Vemos el informativo de un canal de TV montevideano. Podría
ser de cualquiera otra ciudad latinoamericana. El tema central, a un mes de
decisorias elecciones presidenciales, es el de la tan mentada inseguridad. Se
exhiben las famosas bochas de vidrio con pantalla en la vía pública y que
contienen cámaras de video. Ante el reporte callejero una señora dice a un
micrófono: “vamos a creer que servirán”.
¿Como no va a querer creer que servirán si le dictan
permanentemente que sirven? Inmediatamente a que la señora dijo “vamos a creer
que servirán” se monta un ejemplo. Empezamos por el final: el patrullero
policial llega prontamente y a unos cien metros de los hechos intercepta a dos
delincuentes que huyen en un vehículo luego de rapiñar unos objetos de un escaparate tras violentar la
reja. La imagen registrada por la “cámaras de seguridad” mostró cuando los dos
muchachos, el más menudo montado en el caño, inician su partida pedaleando una
única bicicleta notoriamente vieja y pesada.
Nosotros mismos fuimos “víctimas y protagonistas” de un
delito en la capital nacional hará algo más de quince años. Víctimas de la
estupidez: cuando desde la ventanilla nos preguntaron la hora los cuatro dentro
del auto miramos nuestros relojes. El tirón fue preciso para el arrebato de una
carterita que mi compañera llevaba en el regazo. Con el auto y de contramano, a
los bocinazos, dimos vuelta la manzana y vimos al chiquilín entrar a las
corridas a un edificio habitado por okupas. Negociando a los gritos con un viejo que se asomó desde un balcón del tercer
piso logramos una solución equitativa: devolución de la carterita con los
documentos personales y cesión de cuarenta pesos y de un par de anteojos de
lectura “para la abuela del gurí”.
Sin duda un resultado menos oneroso y dañino que el de los
dos “delincuentes” interceptados cuando “huían” montados en una bici que no era
tándem. Hace quince años no había “cámaras de seguridad”.
Botón de pánico
La conductora del noticiero, tras exhibirse la acción vídeo-policial,
alude a tratativas para agregar un “botón de pánico” en los teléfonos móviles: en
pantalla aparece una marca transnacional que compite con la empresa estatal de
teléfonos (quizá la transnacional pagó).
Pregunto, ¿podría alguien apretar ese botón si mientras
camina por una calle percibe que lo espían, que lo siguen, que lo observan, que
violan su intimidad personal a través de cámaras de video más o menos ocultas?
Terror
El cuadro es así. Los gobiernos ceden y alimentan las
ganancias de los oportunistas que venden, instalan y mantienen “operativa” una
tecnología violatoria y destructora de los lazos sociales, impidiendo la
interrelación humana. Si los dineros empleados en adquirir y mantener activas
esas cámaras y los híbridos avioncitos a control remoto que nos sobrevuelan
mirándonos, en pagar los cuantiosos emolumentos de jerarcas inútiles se
empleara en resolver humanamente los conflictos de la convivencia… estaríamos
mejor.
Obama se pone la mano un poquitín más arriba de su tetilla
izquierda como si ello pudiera significar algo más que alguna imprevista
molestia, primero guarda silencio y luego dice palabras que no se entienden. La
conductora del noticiero alude a la fecha que significó, dice, un quiebre
histórico. No es que Obama pide disculpas por el brutal golpe de Estado de
Pinochet en Chile que inauguró las más feroces dictaduras latinoamericanas del
siglo XX. No, solamente promete más ferocidad. La conductora pone aquel 11 de
septiembre de 1973 en lugar secundario.
Obama con el botón de pánico es catastrófico, no mesiánico
como él quiere hacer creer.
Depredadores
Esta madrugada de 11 de septiembre enfrente, tras el ancho
estuario, cruzando el charco suele decirse, noventa y tantos “legisladores” de
diferentes mismos colores cruzaron las manos delante de sus genitales y en
función de votar en contra del Gobierno lo hicieron en contra de una ley que
protege las relaciones financieras del Estado (que a ellos los mantiene) frente
a la voracidad pendenciera del establishment
del país del hombre con su mano puesta algo más arriba de la tetilla izquierda.
Cubrieron sus genitales defendiendo el arco (o si se quiere
portería) de sus propios negocios. De sus propias seguridades. De sus relaciones
políticas de cambalache. Defendiendo el arco del amo. Obama y su cuñado Griesa
agradecidos. El gesto de la conductora del noticiero parece ser inefable, pero puede
explicarse con palabras: en cuanto al pánico es tanto víctima como victimaria.
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