En la fotografía el
destinatario de la misiva días pasados en Washington al recibir la distinción
de "Ciudadano Global 2018" de manos de Adrienne Arsht, millonaria
dice que dedicada a la filantropía y miembro del Atlantic Council, un
influyente think thank creado durante
la Guerra Fría y dedicado al lobby energético y armamentista. (Ilustración y
datos diario Tiempo Argentino |Buenos
Aires, Cooperativa de Trabajo “Por más Tiempo” www.tiempoar.com.ar.)
Usted nació en 1958, en Tandil, mientras que entonces,
con dieciséis años cumplidos, yo cursaba el cuarto año de una Escuela
Industrial de la Nación y participaba activamente de FEMES, la Federación
Metropolitana de Estudiantes Secundarios, en defensa de la Educación y las Universidades
Públicas. Para llegar a las ocho menos cuarto de la mañana a la Escuela sita en
el barrio de Barracas de la entonces “capital federal”, horario de izamiento de
la bandera e inicio de clases, ascendía al tren suburbano del Estado que pasaba
por la estación del pueblo en que vivía con mi familia a la hora cinco y
cuarenta minutos, viajando con numerosos obreros textiles y de las industrias
metalmecánica y cerámica, y un reducido grupo de muchachas y muchachos
estudiantes secundarios. Me iluminaba en mi casa para dibujar las prácticas de
dibujo técnico con lámparas de querosén a mecha, porque la energía eléctrica
todavía demoraría un año más en quedar habilitada. Mi vida fue muy distinta a
la suya, me desempeñé como técnico sin abandonar mi formación humanista, y si
curiosea en mis antecedentes verá que en los últimos años antes de mi
jubilación fui editor de estilo en numerosas obras de destacados autores de las
Ciencias Sociales.
Fue, su nacimiento y mi adolescencia, cuando el abuelo de
uno de sus ministros cortesanos, quien llevaba el mismo nombre de pila, Rogelio
Frigerio, a fines de aquel año debió renunciar al cargo de Secretario de
Relaciones Socio-Económicas del Gobierno que presidía Arturo Frondizi por
presiones de los grupos concentrados que ora aplauden y ora desprecian porque,
entre otras razones o proposiciones, para aquel caso desconfiaban de endebles
antecedentes políticos tanto de él como de su amigo Arturo. Aquel abuelo de
quien, el nuevo Rogelio, luego ensayó el neoliberalismo en el gabinete de
Carlos Saúl Menen antes de formar tropa con usted, Macri, desde 2013, primero
como presidente del Banco –oficial– de la Ciudad de Buenos Aires y desde 2015
como miembro destacado de su corte en tanto responsable de los asuntos
interiores, ambos –abuelo y nieto–, afirmaron ser económica y políticamente
“desarrollistas”, una definición sin duda sumamente difusa, tan calva como
pelada aun siendo tan disímiles ambas condiciones. Esos grupos del capitalismo
concentrado, especialmente identificables como operadores de especulaciones
financieras y empobrecedores de pueblos –parientes del alma de usted, Macri–, que
ora aplauden y ora desprecian, lo empujarán más pronto que tarde a caer y
hundirse en el lodo de la historia, quedando sólo a nuestra vista sus ojos
claros, celestes, entonces irremediablemente opacados, abiertos y enrojecidos.
Nosotros no queremos ni aplaudiríamos tanta crueldad ejercida sobre un hombre igualmente
cruel, como es usted.
El abuelo Rogelio refirió en textos de carácter memorioso
sus juveniles correrías comunistas, usted, Macri, como su Rogelio, podrían
referir las suyas, indudable y “responsablemente” peronistas. Algunos, en
Washington, probablemente en recientes días pasados y referidas a tan
majestuosos “presidente” y “ministro” como en su momento fue Leopoldo Fortunato
Galtieri, podrían repetir aquellas palabras que se adjudican a un encumbrado
personaje del gobierno estadounidense de Roosevelt y que entonces aludían al
dictador nicaragüense Anastasio Somoza: “Probablemente sea un hijo de puta,
pero es nuestro hijo de puta”.
Macri, esta Carta, en la que lo trato rigurosamente de
usted para poner una imprescindible distancia entre su vocinglero desparpajo de
ocasión y nuestras tan populares como profundas reflexiones éticas, tiene una
principal motivación: decirle al mundo diciéndole a usted que, a usted, se le
ha acabado el tiempo de las mentiras, de la transferencia de riqueza social al
latrocinio del capital, y de las improvisaciones dilatorias como esa de invitarnos
a querer a su tía Lagarde que tanto nos desprecia a jóvenes mujeres y varones los
más, y entre ellos también a nosotros, “adultos mayores”, quienes materializamos
la solidaridad de clase trabajadora que sostuvo al sistema jubilatorio
argentino que la Christine franchuta dice que nosotros ponemos en crisis.
Tiene como objeto también, la Carta, diciendo lo que
decimos, decir que somos muchos los “no cómplices”, los no “olvidadizos” y
hasta los no “estúpidos” que ahora dicen lo volverían a votar, aunque no puedan
pagar la factura de la electricidad. Junto con manifestarle nuestro más
visceral y profundo como también racional desprecio, explicar que lo nuestro y
esencial, esto de la empecinada lucha contra la exacción y explotación popular
y de los trabajadores, es muy distinta de las picardías de la partidocracia
burocrática que es de rutina ver instalada en los aparatos del Estado
procurando vida eterna, y que no es amiga nuestra sino de ustedes, los gerentes
patronales y corruptores de la vida social que enfáticamente se creen miembros
de la mutante especie CEO, como lamentablemente también una suma destacada de
pobladores asalariados, profesionales y trabajadores autónomos de capas medias
que ilusoriamente se creen lo imposible sociológica y económicamente: pertenecer
a una “clase media” intercalada para la felicidad de todos entre explotadores y
explotados.
Inclusive usted, Macri, correteando por los pasillos y
céspedes del Newman, de barrios como Los Nogales o Hurlingham, o también por
los extensos campos en Tandil de abuelos y tíos, se creyó de sí mismo esa
pertenencia con el aditamento de “alta” o “más o menos alta”. La erró, la suya
fue y será del tipo cocoliche, rémora del viejo “borde” urbano, de juntura
híbrida entre inmigrantes aventureros y aburridas y aburridos jóvenes de pampa
y vacas (no la de prolífica unión de empedernidos trabajadores de tradición
internacionalista, como la nuestra). La suya, Macri, está llamada al fracaso
cultural, ético y moral, al del repudio social, al de una media lengua para
todo, al de la traición y el abandono, la soledad y, finalmente, una
profundísima pobreza: la pobreza enmascarada, creída disfrazada, pero desnuda.
Su virreinato acaba, se termina. Usted quizá pretenda
huir, escapar, argumentando váyase a saber qué. Quizá lo haga con la ayuda de
ujieres por ahora fieles, de “corruptos coimeros y no menos corruptos
condenadores de aquellos coimeros”, pero no llegará lejos… Iremos a buscarlo:
usted devolverá todo, absolutamente todo lo que nos fue quitado, y sólo así
nosotros lo protegeremos no importará cuantos años y decenios de esos buitres y
carroñeros que dijeron acompañarlo…
Así será.
Gervasio Espinosa
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