Esta fotografía nos sugiere la rediviva de una dupla catastrófica:
Grigori
Yefímovich Rasputín, conocido como El Monje Loco, fue un místico ruso con una
gran influencia en los últimos días de la dinastía Romanov.
Luego de un receso no programado sino producto
espontaneo de cierto hartazgo producido por la triste realidad política y
social actual sureña, durante el cual únicamente me expresé a través del canal
de @1942Ansinaes en Twitter, vuelvo
al blog del que no me fui, porque parafraseando al Polaco Goyeneche cuando
canta a Aníbal Troilo también puedo decir: si nunca me fui, si siempre estoy
llegando…
Días pasados, en la referida red cibernética una mujer
publicó que “no podía respirar” tras, junto con su propia madre, leer la carta
que un niño hijo de ella había escrito para “Papá Noel”. Decía, el niño, más o
menos así: que si ahora tampoco podía traerle la bicicleta que ya le había
pedido en oportunidad anterior deseaba que los renos de su trineo se durmieran
–me parece que así decía–, para que él, Noel, se cayera y no llegara…
Le manifesté por la misma vía a esa madre: «Caramba… Así
estamos... no podés respirar porque continúas creyendo en falsas e imaginarias
promesas. A un niño que escribe tan bien ya se le pueden explicar las cosas más
auténticamente, y comprenderlas uno mismo... ¡Cariños para vos, tus hijos y tu
familia!»
Mempo Giardinelli, un escritor chaqueño que respeto,
viene desde hace tiempo promoviendo el Manifiesto Argentino: una suma de
personas que debaten la salida de la encrucijada. Es columnista, Mempo, del
diario Página|12, ha ganado muchos
adherentes y coprotagonistas para el Manifiesto, entre ellos a un buen amigo
nuestro, el poeta y periodista mendocino Julio Rudman. El Manifiesto propugna la
convocatoria de una convención que dicte una nueva Constitución con clarísimos
conceptos de democracia popular y defensa del patrimonio nacional: comparto
esas propuestas pero me pregunto cuál sería la manera de materializar esa
convocatoria estando vigente el virreinato.1
Entre las cosas que me hartan están las propias de la
mentada en tanto “clase media”. Y digo “mentada”, porque la tal no es otra cosa
que un invento-de-sí-misma que no
tiene asidero en ninguna teoría ni práctica científica, histórica, sociológica
o económica y fue promovida desde principios del siglo XX cuando lo que para
las luchas populares y reivindicativas de derechos humanos implicó el triunfo
entonces de la Revolución Rusa. Sobre la cuestión de que se trata solamente de
un sentimiento o ilusión ha sido explícito el académico Ezequiel Adamovsky,
quien ha escrito varios libros respecto del tema y sobre los que no
abundaremos. Es bueno leerlos.2
Se me dirá que los estadígrafos emplean tal
“categoría” para clasificar la población por su condición cultural y capacidad
de consumo. Pero ello no es más que un ardid de autodefensa de grupo… ¿Se podrá
hablar de capas medias según sus ingresos? Sí, eso sí. Pero se es trabajador
asalariado o no asalariado en la especialidad que fuere, o se es dueño de
medios de producción, es decir, capitalista. En una categoría tan confusa como
en intrínseca crisis ubicada como capa media, podría definirse a quienes son
trabajadores y dueños de sus medios de producción: profesionales varios no
asalariados en disciplinas que van desde las científicas a las técnicas y pasan
por las de intermediación, como el comercio. Pero… ¿clase media? Mejor sería
grupo medio estúpido, medio egoísta, medio engreído y medio soberbio.
Yo soy un trabajador, eso soy, que en el presente y
dada mi edad estoy jubilado. De vez en cuando vuelvo a la actividad y me
persigue la llamada ARBA, la Agencia de Recaudación Tributaria de la Provincia
de Buenos Aires, aunque por ley de la misma provincia no estamos obligados a
tributar los editores y correctores de textos que se publiquen como libros. Dicen
que estoy exento de tributar pero que debo presentar declaraciones juradas
todos los meses sobre mis magros ingresos por esa actividad. Nunca tuve que
hacerlo incluso contratado eventualmente por organismos internacionales como el
Programa
de las Naciones Unidas para el Desarrollo (ONU), hasta febrero de 2016, ya
jubilado. Desde entonces si no presento
Declaraciones Juradas por mí mismo ni encargo a título oneroso de ello a un
contador público me multa y me confisca el importe de esas multas ni bien me
encuentra en posesión de fondos que no fueran probadamente haberes jubilatorios.3
El capitalismo ya no puede argumentar que hace a la
felicidad de la colectividad humana (nunca lo hizo, claro está). Tampoco la
llamada ley fundamental del país realmente existente, Constitución entre
socialmente liberal y económicamente neoliberal. La “democracia” fue, quizá
meramente por uso indebido, convertida en una periódica encuesta performada por los aparatos
publicitarios de producción de consensos. Mempo propone un modelo de “reconstrucción”
del país. Es decir, interpreto, que una mitad de ciudadanos lográramos que la
otra mitad coincidiera voluntariamente y de buena fe con nosotros en echar al
virrey y su corte, los que, ciertamente, se han fortalecido enrostrándonos no
presuntos desaciertos nuestros sino gases lacrimógenos y pimienta más
perdigonadas y garrotazos. Mempo y el Manifiesto, como tampoco nosotros ahora,
proponen una revolución o guerra civil para materializar esa reconstrucción,
sino que contrariamente la pretensión común es evitar caer y ser víctimas de la
provocación guerrera que nos hacen.
Mientras tanto es una pena que tantos gendarmes y
policías nacidos de nosotros mismos hayan perdido respeto humano de sí
aceptando ser convertidos en esbirros. Pero es así.
No se me ocurre otra solución que, lo he manifestado
de otras maneras en tanto resistir para poder vivir, divorciarnos requiriendo
veedores internacionales tanto populares como institucionales para proceder a
ello. Este matrimonio social no va más. No podemos en un mismo y único país convivir
y desarrollarnos humanamente en permanente conflicto violento entre una parte
creativa y consciente de sus obligaciones y derechos y otra parte robotizada, egoísta,
súbdita de un poder económico o pretendiéndose asociada a éste, ya mafioso, que
no hace otra cosa que expoliar, engatusar, maltratar gravemente como lo ha
destacado la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos (una decena, por lo menos, de personas con pérdida de visión
por el ataque días pasados con balas de goma disparadas al tuntún por policías
montados en motos represaliando protestas ciudadanas ante el parlamento, en
Buenos Aires), encarcelar sin causa y si le cuadra también asesinar, como con
Santiago Maldonado o Rafael Nahuel.
Creemos que es necesaria la construcción de un nuevo
contrato social que reemplace el surgido promediando el siglo XIX. Un país de
las argentinas y argentinos solidarios, honestos, democráticos e inteligentes necesita
separarse del país de las argentinas y argentinos que se identifican con las
dictaduras criminales y el virreinato4 instaurado a fines de 2015. Es
irremediable, no puede haber conciliación. Dividamos bienes geográficos, culturales
y económicos acordando una reconfiguración y pertenencia de ellos. Ya la
historia nos dirá en cada momento de qué manera evoluciona la experiencia. Ahora
divorcio, y con una condición sin la cual no hay posibilidad de construcción y
desarrollo social: las personas responsables según las normas jurídicas y
legales en vigencia no podrán cambiar la opción elegida salvo que la
solicitaran al nuevo país al que desearan integrarse aludiendo razones
sumamente justificadas. Solamente quienes en el momento de las
reconfiguraciones nacionales no hubieran tenido edad de responsabilidad política
ciudadana –dieciséis años–, habiéndola con posterioridad adquirido podrán optar
libremente aceptando las nuevas condiciones constitucionales de cada parte
incorporarse a la otra nacionalidad resuelta. Puede estimarse que cada nuevo
país resultante podría tener una población aproximada de veinte millones de
personas y los recursos geográficos y económicos estar repartidos
equitativamente según los valores y proporciones existentes en el mes de octubre
de 2015.
No es fácil y no es una aproximación a los acuerdos de
Yalta tras la Segunda Gran Guerra del siglo XX, porque ahora se propone una decisión
democrática y soberana popular. No se trata de una revolución social pero sí de
evitar una confrontación violenta con alto costo en vidas y nos dará respiro, a
nosotros, trabajadores, honestos y democráticos, para conviviendo en paz
construir nuevas maneras de sociabilidad. En este proceso habrá que deshacer y
recomponer alianzas con otros pueblos, naciones y países: nosotros con los pueblos
libres, independientes y descolonizados, pensando primeramente en el Estado
Plurinacional de Bolivia.
Ojalá podamos ir pensando y actuando en esta línea de
proposición desde el comienzo mismo de 2018, por ello invitamos a brindar.
Notas:
2 Acceso a una
versión digital del texto completo de, Ezequiel Adamovsky, Historia de la clase media argentina. Apogeo y decadencia de una
ilusión, 1919-2003. Buenos Aires: Editorial Planeta, 2009. 538 páginas. Anuario
Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Bogotá: https://revistas.unal.edu.co/index.php/achsc/article/view/18359/19271
4 Ya desde
diciembre de 2015 hemos venido caracterizando el momento histórico: http://gervasioespinosanotas.blogspot.com.ar/2015/12/restablecimiento-de-los-virreinatos.html
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