Publicada
originalmente por Resumen Latinoamericano
el 29 de diciembre de 2017: http://www.resumenlatinoamericano.org/2017/12/29/argentina-dos-anos-de-gobierno-macri-se-necesita-una-alternativa-popular-y-de-izquierda/
El
triunfo en las elecciones de medio término y el inminente cumplimiento de los
primeros dos años de gobierno de Cambiemos constituyen una ocasión propicia
para avanzar en la caracterización del gobierno, en el análisis de los modos y
herramientas para oponerse a sus políticas, y en los caminos aptos para
proyectar esa oposición hacia una perspectiva emancipadora, de transformación
radical de nuestra sociedad.
Diciembre
de 2015 marcó el inicio del primer gobierno constitucional liderado
por un partido de derecha, con fuertes puntos de identificación con las fuerzas
sociales, políticas y culturales que hasta el pasado reciente tuvieron a los
golpes de Estado como única vía de ascenso al poder. Eso se trasluce en una
reducción de las mediaciones entre poder económico y poder político. No se
trata de que en otros gobiernos no hubiera períodos de estrecha identificación
entre gobierno y gran capital, sino de que ahora se trata de un vínculo orgánico.
Se da una suerte transpolar hacia el campo estatal del personal de dirección y
los métodos de organización y funcionamiento de las grandes empresas. Ser un
alto ejecutivo de una gran empresa local o transnacional, o un directivo de una
ONG de orientación empresarial, son las mejores credenciales para acceder a
altos cargos de gobierno.
Esa
nueva “elite” tiene una coincidencia de intereses e ideológica fundamental:
Incrementar sus niveles de ganancia y aumentar el poder
del gran capital, a costa de los salarios y las condiciones de vida y trabajo y
la capacidad organizativa y de lucha de las clases
explotadas. También reformular la acción del aparato estatal,
reduciendo impuestos y restricciones para las grandes empresas; incrementando
tarifas, suprimiendo empleos.
Las
políticas económicas y sociales del gobierno de Cambiemos llevan de modo ineludible a la persistencia y/o
al aumento de la pobreza y la indigencia y, al mismo tiempo, conduce a una
agudización de las diferentes desigualdades: política, económica, social,
cultural, educativa. En este marco, cabe preguntarnos sobre las estrategias que
utilizará el gobierno para “gobernar” y “controlar” al volumen significativo de
personas y grupos que se hallan sin el acceso a los bienes básicos para poder
sobrevivir. La reciente expansión del crédito en variadas formas, las obras
públicas “de cercanía”, incluso el incremento de planes y asignaciones ya están
en su repertorio de acciones, como se vio en vísperas de las elecciones de este
año.
En
el plano internacional, el gobierno Macri estuvo desde el primer día orientado
a lo que sus miembros sintetizan como “volver al mundo”, lo que se entiende
como integrarse a los grandes centros del poder económico mundial; las grandes
corporaciones, los organismos financieros internacionales, los gobiernos del
“primer mundo” identificados con las grandes empresas capitalistas. Los
resultados son conocidos: Un ritmo desenfrenado de endeudamiento
externo, no acompañado por inversiones productivas, y todo tipo de facilidades
para las inversiones extranjeras, dispuestas hasta ahora más a la especulación
que a arriesgar capitales.
En
el área latinoamericana “volver al mundo” significó en primer lugar derribar los
puentes establecidos con los gobiernos del arco “bolivariano”, abandonar o
minimizar la participación e instancias de integración como UNASUR o CELAC,
expulsar a Venezuela del Mercosur. Al mismo tiempo se proyecta
estrechar lazos con el reaccionario gobierno de Brasil, acatar de nuevo el
liderazgo norteamericano sobre la región, con sus prioridades económicas y de
“seguridad” y acercarse o incluso integrarse a la Alianza del Pacífico, formada
por los países que son contracara de la experiencia bolivariana.
Este
gobierno tan identificado con el gran capital ganó sin embargo las elecciones
de octubre en comicios en los que jugó el rol de única fuerza con
representación en todo el territorio nacional.
Lo
hizo arrostrando condiciones en principio difíciles para afrontar una consulta
electoral: Niveles muy bajos de crecimiento económico después de una prolongada
recesión, que afectó sobre todo a las ramas vinculadas al consumo popular,
inflación que se mantuvo en cotas elevadas, incrementos muy acentuados de las
tarifas de luz, gas y otros servicios públicos, endeudamiento acelerado, tipo
de cambio sobrevaluado que facilitó el ingreso de bienes y servicios importados
y dificultó las exportaciones, por ende fuerte déficit de la balanza
comercial.
En
parte superó todo eso con técnicas de manejo de las expectativas, buscando que
se confíe en un futuro de crecimiento y mejoras, para lo cual hay que soportar
un presente de sacrificios, que se vuelven imperiosos por culpa de lo que se
presenta como un funesto pasado encarnado en el gobierno anterior. En ello jugó
un gran papel la elaboración discursiva del gobierno, acompañada casi sin
fisuras por los grandes medios de comunicación.
La
alianza Cambiemos salió
muy fortalecida de las elecciones. Ya no es la coalición que debió esperar a la
segunda vuelta para superar por escaso margen al candidato del FPV en 2015,
sino una fuerza política que logró ganar su segunda elección consecutiva.
Con
esa legitimación renovada, ha decidido avanzar rápido y sobre varios frentes. A
pocos días de las elecciones, inició el impulso de una serie de cambios, en
general por vía legislativa, acordes con el programa de máxima del gran
capital. Inauguró esta nueva etapa anunciando que el momento marcaba un “ahora
o nunca” y que debía avanzarse en un “reformismo permanente”. A partir de allí
los funcionarios de las áreas respectivas anunciaron las grandes reformas para
el futuro inmediato: Reforma tributaria, nuevo pacto fiscal, reforma
previsional y reforma laboral, esta última la más importante en orden a la
satisfacción directa de los intereses del gran capital.
En
materia laboral presentó un proyecto que incluyó fuertes cambios en la ley de
contratos de trabajo, casi todos en sentido de debilitar la protección del
trabajador y aumentar el grado de libertad de las empresas para establecer las
reglas sobre el desempeño de sus trabajadores. A ese proyecto lo acompaña un
propósito particular de disminuir el salario, forzar la firma de convenios a la
baja, suprimir o reducir derechos sectoriales estigmatizados como “injustos
privilegios”.
El
anuncio de avances por la vía legislativa fue luego matizado para buscar un
acuerdo con la dirigencia de la CGT. De todos modos, subsisten el “blanqueo
laboral” muy ventajoso para los empresarios, las restricciones a las
indemnizaciones por despido; la “renunciabilidad” de ciertos derechos, así como
la disposición a imponer por convenio cláusulas perjudiciales para los
trabajadores.
El
proyecto de reforma previsional presentado por el gobierno está
inspirado en un ataque brutal para los jubilados. Con un incremento
de haberes con la inflación como base casi exclusiva, la mayoría que cobra la
mínima, hoy ya muy baja, queda condenada a vivir al borde de la indigencia. Por
añadidura, vía disminución o supresión de aportes patronales, puede abrirse un
camino de pérdida de recursos de la ANSES que termine en una nueva ronda de
privatización total o parcial del sistema jubilatorio.
También
se habla de reforma del Estado, basada en buena parte en el
supuesto “exceso de personal”. A partir de esa toma de posición,
herramientas conocidas: retiros voluntarios, jubilaciones anticipadas y lo más
grave, despidos. El gobierno hizo un prolongado estudio de “dotaciones
óptimas”, para dar un aspecto de solvencia técnica a su plan de reducción de
personal.
Con
contornos por ahora menos definidos, o bien a cargo de los gobiernos locales,
se anuncian reformas en el terreno educativo y de la salud, orientadas a
disminuir la presencia pública en ambos ámbitos, con el consiguiente favorecimiento
de las empresas capitalistas que actúan en esos sectores.
Un
tinte autoritario aparece en la aspiración de “limpiar las calles”
de piquetes y otras acciones de protesta. Prodigar prisiones preventivas tiene
un aire de castigo arbitrario, más allá de los actos reales de corrupción del
gobierno anterior. Dar “luz verde” a las fuerzas “de seguridad” para utilizar
la fuerza, con balas de plomo incluidas, va en el mismo sentido. Las muertes de
Santiago Maldonado y Rafael Nahuel son el claro testimonio de ese accionar
represivo, inspirado en las directrices norteamericanas sobre las “nuevas
amenazas”.
Estas
reformas van más allá de sus propios enunciados. Se dirigen a instaurar el muy
mentado “cambio cultural”, de un sentido individualista, por el que los
trabajadores confíen sólo en su propio esfuerzo, abandonen hasta el menor
atisbo de cuestionamiento al orden capitalista y de auto-organización, y dejen
de centrar esperanzas en la mejora colectiva. El gobierno actual, y el gran
capital en su conjunto, quieren entenderse con individuos más que con
colectivos.
Resistencia
en las calles y la necesidad de una alternativa popular y de izquierda
Pocos
días después de cumplir dos años de gobierno, se comprobó que el principal
obstáculo que se opone el avance del macrismo es la conciencia popular
organizada y la capacidad de auto-convocarse por parte de nuestro pueblo. Una
gigantesca movilización en Plaza Congreso fue dispersada con una feroz
represión, pero el gobierno no pudo evitar que la resistencia se prolongara en
cacerolazos en distintas calles de Buenos Aires y concentraciones y protestas
en las principales ciudades del país. El macrismo aprobando a sangre y fuego la
Reforma Previsional ha dilapidado una parte de su consenso político y queda
enfrentado a un escenario complicado para afrontar las próximas reformas
propuestas. Al desnudarse su carácter antipopular, todo su andamiaje represivo
y comunicacional parece insuficiente. El forjamiento de nuevos espacios de
unidad en la acción, con un fuerte peso de los trabajadores, que se expresaron
en que la consigna más coreada fue “Unidad de los Trabajadores, y al que no le
guste, se jode, se jode”, quita al gobierno espacios para el chantaje y la
negociación.
Como
quedó demostrado en la batalla contra la reforma previsional, en la lucha
contra las reformas pro-empresariales y de ajuste sobre los trabajadores y el
conjunto de la población, se necesita la más amplia unidad de acción de los
trabajadores y todos “los de abajo”, más allá de diferencias o incluso antagonismos
en los planteos más generales. Enfrente se tendrá al gobierno nacional, y a
buena parte de los que apuestan a un peronismo “renovado”, además de los
gremialistas de eterno oficialismo, siempre dispuestos al trueque de derechos
de los trabajadores por prebendas para sus organizaciones, salvo que sus bases
le impongan otra cosa.
En
algún momento puede sobrevenir una ofensiva general sobre las organizaciones
sindicales. Aún con sus enormes rasgos negativos, el movimiento obrero
argentino, con niveles de afiliación relativamente elevados, sindicatos
poderosos, y vida gremial intensa en el nivel de las bases, constituye un
límite a la hora de implantar un control empresario más amplio en la vida de
los lugares de trabajo, en imponer la productividad y la “competitividad” en el
hilo conductor de todo el proceso laboral.
Las
dos CTA, las comisiones internas y delegados opuestos a las conducciones
burocráticas, sectores combativos de la CGT, la CTEP, los movimientos de base
territorial que nuclean a pobres y desocupados, el movimiento estudiantil y
toda la variadísima gama de organizaciones populares que por fortuna existen en
nuestro país, deben ser el eje fundamental de la resistencia frente al
“reformismo permanente” del gobierno.
Esa
amplia unidad de acción con todos los sectores dispuestos a combatir las
políticas antipopulares y su ataque a una vasta gama de derechos, es
indispensable, pero no suficiente. Nuestra sociedad tiene un déficit respecto a
la conformación de una alternativa política popular, anticapitalista, orientada
a la democracia directa, de vocación latinoamericana. Y una manifiesta
necesidad de construir modos de organización y acción más plurales y
horizontales, que aúnen el plano social y el político, ligados al día a día del
movimiento social real, que construyan modos de convivencia que prefiguren una
sociedad igualitaria y justa.
Partimos
de considerar que la articulación que estamos construyendo, puede y debe
nuclear a compañeros de diferentes militancias y tradiciones; el kirchnerismo,
el peronismo en general, las diversas izquierdas. Necesitamos desarrollar modos
de trabajo con los distintos sectores y con los grupos hasta ahora
independientes que están en la búsqueda de una expresión política semejante a
la que procuramos construir.
Sin
duda los sujetos políticos han cambiado mucho en las últimas décadas. Un
imaginario basado en la clase obrera industrial como sujeto prioritario de
cualquier lucha emancipadora necesita ser, al menos, matizado. Los debates en
torno a la preeminencia de los movimientos sociales por sobre la clase
trabajadora organizada, o las propuestas que, por el contrario, privilegian el
rol protagónico que asumirán las organizaciones sindicales, deberán ser parte
de nuestro trabajo político e intelectual como organizaciones del campo
popular.
En
el plano latinoamericano Cuba, Venezuela y Bolivia, cada cual a su modo,
constituyen referencias a la hora de pensar un proyecto de sociedad distinta a
las basadas en la explotación y la alienación, de vocación cuestionadora frente
al capitalismo y el imperialismo. Las nuevas síntesis a construir en nuestro
país requieren promover una identidad de alcance latinoamericano, que incorpore
una lectura histórica de los procesos de lucha y rebelión que llevan siglos,
junto con una mirada de futuro de construcción continental.
Esa
alternativa no puede constituirse en base a la fantasía del retorno al “pasado
venturoso” de los doce años de gobierno de Néstor Kirchner y Cristina Fernández
de Kirchner. Esa experiencia no sólo nunca apuntó a superar el capitalismo ni
los estrechos límites de la “democracia representativa”, sino que está ahora
privada de las condiciones que permitieron sus políticas redistributivas, como
lo fueron los altos precios de alimentos y materias primas exportables. La
“demonización” de los gobiernos anteriores encuentra eco social, no solamente
por la labor propagandística del gobierno, sino por la huella impresa por sus
muchas falencias, corrupción incluida. Decididamente no hay “edad dorada” a la
cual regresar, existe un futuro diferente a construir.
El
FIT, más allá de sus propósitos revolucionarios y la indudable importancia de
su presencia electoral y en las luchas cotidianas, tampoco
constituye una alternativa. Su proclamado rol de vanguardia
y su política ajena a la unidad de acción del conjunto de las
fuerzas populares así lo muestran. Van en la misma dirección sus
posicionamientos contrarios a los procesos latinoamericanos que pelean por la
emancipación de sus pueblos. Son todos factores que lo alejan de la
construcción de una verdadera fuerza alternativa y le establecen por tanto un
techo relacionado con posiciones electoralistas.
Nuestra
sociedad necesita una propuesta política nueva, dispuesta a desenvolverse en
todos los terrenos de lucha, sin desdeñar el electoral; que despliegue un modo
de organización y debate horizontal y plural, y una práctica cotidiana que
prefigure la vocación de igualdad y libertad que es inseparable del ideal
socialista. Que incorpore diversas tradiciones políticas; diferentes culturas
militantes, múltiples y distintas prácticas cotidianas. Y adopte una
perspectiva de mediano y largo plazo que apunte contra todos los modos de
explotación y alienación, y las relaciones jerárquicas en cualquiera de sus
formas y en todos los campos. Se necesita partir de las identidades anteriores
hacia una nueva síntesis, que abarque tanto el ámbito social como el político.
No puede separarse la construcción social de la que se da en el campo
institucional, incluido el político-electoral. Es imprescindible tomar nota de
los vastos cambios que ha experimentado el sujeto social en las últimas
décadas; modificar a fondo la estructura de los sindicatos y
las demás organizaciones populares, de modo de ponerlas
en línea con propósitos de transformación social de largo alcance. El
cuestionamiento de la propiedad privada de los medios de producción, de las
relaciones laborales alienantes, del régimen del patriarcado en la relación
entre los géneros, son marcas de identidad, distintivos de una verdadera perspectiva
de izquierda anticapitalista,
antiimperialista y anti-patriarcal.
Sólo
un proyecto de tales características puede apuntar a una transformación
económica, social, política y cultural de nuestra sociedad, que se vuelva
totalmente incompatible con la explotación y la alienación, que recupere las
mejores tradiciones de acción colectiva y rebelión popular de nuestro país.
Únicamente desde esa base se podrá aspirar con posibilidades de éxito a
producir una derrota estratégica del gran capital, cuya realización y
consolidación requerirá rebasar los límites de nuestro país, para situarse de
modo perenne en una perspectiva latinoamericana.
La
acción cotidiana y los grandes objetivos necesitan iluminarse mutuamente, en
una articulación que ponga en consonancia el desenvolvimiento diario y la
perspectiva estratégica.
Primeras
firmas (organizaciones y personas en respectivos órdenes alfabéticos)
Coordinadora
Resistir y Luchar
Corriente
Política de Izquierda
Corriente
Surcos
El
Transformador
Emancipación
Sur (C.A.B.A.)
Izquierda
Latinoamericana Socialista
FPDS
FPDS-CN
MULCS
MOI
RED
Riosal
Varones
Inconvenientes de Oeste
Norberto Bacher
Mauro Berengam
Daniel Campione
Aldo Casas
Nora Ciapponi
Julio Gambina
Miguel
Mazzeo
Sergio Nicanoff
Beatriz
Rajland
Nota:
En
la presente declaración, sin alterar siquiera en rasgos mínimos su contenido, se
hicieron algunas muy pocas correcciones según reglas de estilo editorial. G.E.
PRÓXIMA
PUBLICACIÓN EN ESTE MISMO BLOG: “Pertenencias e impertinencias, texto y contexto: dos
temas para 2018”
Michelangelo Caravaggio, La captura de Cristo, 1602 |
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