Ansina es…
En nota distribuida por la
Agencia Latinoamericana de Información (ALAI) y que reproducimos, Julio Majfud
(47), uruguayo, compilador de Eduardo Galeano y traductor de Noam Chomsky que
desarrolla su actividad profesoral en literatura latinoamericana en una universidad
estadounidense, refiere en la nota que ahora publicamos que:
En términos absolutos, el
capitalismo es el período (no el sistema) que ha producido más riqueza en la
historia. Esta verdad sería suficiente si no consideramos que es tan engañosa
como cuando en los años 90 un ministro uruguayo se ufanaba de que en su gobierno
se habían vendido más teléfonos móviles que en el resto de la historia del
país.
Mientras tanto, entre los
titulares de hoy del diario de Montevideo que en su nombre presume totalizar
una identidad paisana, El País, hoy
aparecen: «Interior dijo a la Justicia que no es responsable por vida de presos»,
«Dorrego, el otro dolor de cabeza de ASSE», «Enfoque de guía sexual escolar
desata polémica», «Venezuela sobre máxima tensión», y «Vida o muerte, las
venezolanas que viajan a parir en Colombia». G.E.
La narratura del capitalismo, por Jorge
Majfud*
(http://www.alainet.org/es/articulo/187151)
Ilustración original de ALAI |
¿Realmente
le debemos la modernidad al capitalismo?
Una de las afirmaciones que los apologistas del capitalismo más repiten
y menos se cuestiona es aquella que afirma que este ha sido el sistema que más
riqueza y más progreso ha creado en la historia. Le debemos Internet, los
aviones, YouTube, las computadoras desde la que escribimos y todo el adelanto
médico y las libertades sociales e individuales que podemos encontrar hoy.
El capitalismo no es el peor ni el menos criminal de los sistemas que
hayan existido, pero esta interpretación arrogante es, además, un secuestro que
la ignorancia le hace a la historia.
En términos absolutos, el capitalismo es el período (no el sistema) que
ha producido más riqueza en la historia. Esta verdad sería suficiente si no
consideramos que es tan engañosa como cuando en los años 90 un ministro
uruguayo se ufanaba de que en su gobierno se habían vendido más teléfonos
móviles que en el resto de la historia del país.
La llegada del hombre a la Luna no fue simple consecuencia del
capitalismo. Para empezar, ni las universidades públicas ni las privadas son,
en sus fundamentos, empresas capitalistas (excepto algunos pocos ejemplos, como
el fiasco de Trump University). La NASA tampoco fue nunca una empresa privada
sino estatal y, además, se desarrolló gracias a la previa contratación de más
de mil ingenieros alemanes, entre ellos Wernher von Braun, que habían
experimentado y perfeccionado la tecnología de cohetes en los laboratorios de
Hitler, quien invirtió fortunas (cierto, con alguna ayuda económica y moral de
las grandes empresas norteamericanas). Todo, el dinero y la planificación,
fueron estatales. La Unión Soviética, sobre todo bajo el mando de un dictador
como Stalin, ganó la carrera espacial al poner por primera vez en la historia
el primer satélite, la primera perra y hasta el primer hombre en órbita doce
años antes del Apolo 11 y apenas cuarenta años después de la revolución que
convirtió un país atrasado y rural, como Rusia, en una potencia militar e
industrial en unas pocas décadas. Nada de eso se entiende como capitalista.
Claro, el sistema soviético fue responsable de muchos pecados morales.
Crímenes. Pero no son las deficiencias morales las que distinguían al comunismo
burocrático del capitalismo. El capitalismo sólo se asocia con las democracias
y los Derechos Humanos por una narrativa, repetitiva y abrumadora (teorizada
por los Friedman y practicada por los Pinochet), pero la historia demuestra que
puede convivir perfectamente con una democracia liberal; con las genocidas
dictaduras latinoamericanas que precedieron a la excusa de la guerra contra el
comunismo; con gobiernos comunistas como China o Vietnam; con sistemas racistas
como Sud África; con imperios destructores de democracias y de millones de
habitantes en Asia, África y América latina, como en los siglos XIX y XX lo
fueron Inglaterra, Bélgica, Estados Unidos, Francia, etc.
La llegada a la Luna como la creación de Internet y las computadoras que
se atribuyen al capitalismo fueron básicamente (y, en casos, únicamente)
proyectos de gobiernos, no de empresas como Apple o Microsoft. Ninguno de los
científicos que trabajaron en esos revolucionarios programas tecnológicos lo
hizo como empresario o buscando hacerse ricos. De hecho, muchos de ellos eran
ideológicamente anticapitalistas, como Einstein, etc. La mayoría eran
profesores asalariados, no los ahora venerados entrepreneurs.
A esta realidad hay que agregar otros hechos y un concepto básico: nada
de esto surgió de cero en el siglo XIX o en el siglo XX. La energía atómica y
las bombas son hijas directas de las especulaciones y los experimentos
imaginarios de Albert Einstein, seguido de otros genios asalariados. La llegada
del hombre a la Luna hubiese sido imposible sin conceptos básicos como la
Tercera ley de Newton. Ni Einstein ni Newton hubiesen desarrollado sus
maravillosas matemáticas superiores (ninguna de ellas debidas al capitalismo)
sin una plétora de descubrimientos matemáticos introducidos por otras culturas
siglos antes. ¿Alguien se imagina el cálculo infinitesimal sin el concepto del
cero, sin los números arábigos y sin el álgebra (al-jabr), por nombrar unos
pocos?
Los algoritmos que usan las computadoras y los sistemas de internet no
fueron creados ni por un capitalista ni en ningún período capitalista sino
siglos atrás. Conceptualmente fue desarrollado en Bagdad, la capital de las
ciencias, por un matemático musulmán de origen persa en siglo IX llamado,
precisamente, Al-Juarismi. Según Oriana Fallaci, esa cultura no dio nada a las
ciencias (irónicamente, el capitalismo nace en el mundo musulmán y el mundo
cristiano lo desarrolla).
Ni el alfabeto fenicio, ni el comercio, ni las repúblicas, ni las
democracias surgieron en el periodo capitalista sino decenas de siglos antes.
Ni siquiera la imprenta en sus diferentes versiones alemanas o china, un
invento más revolucionario que Google, fueron gracias al capitalismo. Ni la
pólvora, ni el dinero, ni los cheques, ni la libertad de expresión.
Aunque Marx y Edison sean la consecuencia del capitalismo, ninguna gran
revolución científica del Renacimiento y la Era Moderna (Averroes, Copérnico,
Kepler, Galileo, Pascal, Newton, Einstein, Turing, Hawking) se debió ese
sistema. El capitalismo salvaje produjo mucho capital y muchos Donad Trump,
pero muy pocos genios.
Por no hablar de descubrimientos más prácticos, como la palanca, el
tornillo o la hidrostática de Arquímedes, descubiertas hace 2300 años. O la
brújula del siglo IX, uno de los descubrimientos más trascendentes en la
historia de la humanidad, por lejos más trascendente que cualquier teléfono
inteligente. O la rueda, que se viene usando en Oriente desde hace seis mil años
y que todavía no ha pasado de moda.
Por supuesto que entre la invención de la rueda y la invención de la
brújula pasaron varios siglos. Pero el tan vanagloriado “vertiginoso progreso”
del periodo capitalista no es ninguna novedad. Salvo periodos de catástrofe
como lo fue la peste negra durante el siglo XIV, la humanidad ha venido
acelerando la aparición de nuevas tecnologías y de recursos disponibles para
una creciente parte de la población, como por ejemplo lo fueron las diferentes
revoluciones agrícolas. No es necesario ser un genio para advertir que esa
aceleración se debe a la acumulación de conocimiento y a la libertad
intelectual.
En Europa, el dinero y el capitalismo significaron un progreso social
ante el estático orden feudal de la Edad Media. Pero pronto se convirtieron en
el motor de genocidios coloniales y luego en una nueva forma de feudalismo,
como la del siglo XXI, con una aristocracia financiera (un puñado de familias
acumulan la mayor parte de la riqueza en países ricos y pobres), con duques y
condes políticos y con villanos y vasallos desmovilizados.
El capitalismo capitalizó (y los capitalistas secuestraron) siglos de
progreso social, científico y tecnológico. Por esa razón, y por ser el sistema
global dominante, fue capaz de producir más riqueza que los sistemas
anteriores.
El capitalismo no es el sistema de algunos países. Es el sistema
hegemónico del mundo. Se pueden mitigar sus problemas, se pueden desmantelar
sus mitos, pero no se puede eliminarlo hasta que no entre en su crisis o
declive como el feudalismo. Hasta que sea reemplazado por otro sistema. Eso en
caso de que quede planeta o humanidad. Porque también el capitalismo es el
único sistema que ha puesto a la especie humana al borde de la catástrofe
global.
Nota:
* Jorge Majfud es escritor uruguayo
y docente-investigador en Literatura latinoamericana y Estudios internacionales en la Universidad de
Jacksonville
(Florida, EE. UU.), donde reside actualmente luego de haber vivido y
trabajado en distintos países de América del Sur, América Central, África, Asia
y Europa. Majfud es autor de numerosos artículos,
ensayos y novelas, entre éstas Hacia que patria del silencio. Memorias de un
desaparecido (1996), Crítica de la pasión pura (2000), La reina
de América (2002), La ciudad de la luna (2009), Crisis (2012)
y El mar estaba sereno (2017). También es traductor de Noam Chomsky y compilador
de textos de Eduardo Galeano.
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