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jueves, 5 de septiembre de 2013

Primera prioridad: Stop! Stop their war against us!



(Texto publicado originalmente el 19 de marzo de 2003, cuando Iraq. Hoy, más de diez años después, amenazada Siria, vale redirigido a Obama y sus amigos.)

1:

Escuchen Bush, Blair y Aznar and Co., escuchen bien, abran orejas y ojos, lean y escuchen: stop their war against us! Escuchen y lean bien, pongan a sus políglotas a repetir in english and spanish, en francés, ruso y alemán, a repetir en turco e israelí, pongan también a repetir a sus políglotas expertos en provocar catástrofes globales: detengan su guerra contra nosotros, basta ya, stop, cuerpo a tierra, no se muevan, arrojen sus cohetes, bombas electrónicas y nucleares, binoculares infrarrojos, ordenadores de bolsillo, calzones, preservativos, boinas y sus mal habidos dólares. No jodan más, go home!



2:

Lo dijo Saramago el sábado 15 en Madrid, somos más, muchos más, los que no queremos sus guerras. Es un hecho cualitativo, sin duda, pero que aún es necesario mejorar cualitativa y cuantitativamente. Así, entonces, bien fundados en la historia hay que ordenar que hagan stop, que se pongan cuerpo a tierra, que no se muevan, que no jodan más. Y con la práctica hacer inmediata reflexión crítica y autocrítica, volver a vernos y reencontrarnos, despabilarnos del letargo y sus sueños presuntamente “civilizatorios”; asumirnos autores y actores, ejercer nuestra genuina autoridad.



3:

La cortesía inhibe la valentía. Basta de rogatorias a los generalísimos, cartas que nos dejan confundidos, escépticos, burlados, mudos. Son solicitudes sin sentido que de facto legitiman al autoritarismo imperial. Go home se les dice, sin mediaciones ni circunloquios: Stop the war against us!



Serenamente: porque el tiempo apremia (ahora hasta el papa Wojtyla no ha demorado su anuncio de la condena sobrehumana pendiendo sobre las cabezas de los imperiales jefes guerreros), para asumir plenamente responsabilidades hay que apurar la revisión de los propios errores: principalmente no haber podido o querido comprender que la mentada posmodernidad capitalista, imponiendo pseudo ciencias económicas y sociales con emperifolladas jerigonzas y su expansionismo global, posibilitó en las últimas décadas concentrar aún más la acumulación de poder financiero, político y militar, funcionales entre sí en una confraternidad mafiosa.



Errores de responsabilidades distintas, claro, según fuéramos o seamos sus actores los más elementales “nuevos ciudadanos” del mundo (yendo al timón de autos, montados en taxis o microbuses a operar por encargo enajenados ordenadores digitales, o desde cualquier puesto de abajo reproduciendo el poder de los de arriba, al fin clientes A, B, o C, del shoping o de los traficantes de limosnas), o sus hermanos trasvasados al aparente extremo de un papel estelar fungiendo de académicos e intelectuales, técnicos de la “gobernalidad”, educadores, publicistas e inclusive periodistas, entretenidos por las llamadas tecnologías de la información.



Pareció, quizá, que un eventual paradigma único detuvo la dialéctica de la conciencia colectiva, detuvo su proceso de deconstrucción y construcción permanente. Eso pareció, y al parecerlo pareció negar, ocultando sin mucho decoro la persistencia todavía más vil de la superexplotación: cuanto más “felicidad” más miseria hubo.



Que el tiempo apremia no significa que ya sea tarde para los pueblos. Si lo es para una institucionalidad que de dramática ha devenido una farsa, se derrumba una vez más el palo mayor del circo. Moviéndonos al unísono, protagonistas de una nueva historia, carpa y palos nos harán menos daño. Detengamos a aquellos y a las cosas que nos hacen mal. Stop!

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