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miércoles, 31 de diciembre de 2014

2015: cambio de calendario y afirmación de agenda




Cumpliré setenta y tres años dentro de apenas unos días. No sé si moriré antes o apenas luego, en cinco meses o quizá luego de un decenio más. Mientras viva sufriré tristezas, gozaré alegrías y mantendré una firme voluntad política. En el “salva pantallas” del procesador digital tengo a Fidel, serio, la mirada atenta, con un largo dedo índice suyo apenas tocándole el labio inferior, de uniforme verde oliva y sin insignias militares participando del el sexto congreso del Partido Comunista de Cuba, en 2011. Es un gran ejemplo Fidel, un ejemplo fraternal, y mayor. Ejemplo de dignidad, de honestidad e inteligencia, y de voluntad.

Fidel, en la foto, tiene gesto riguroso, pero no áspero o duro. Quizá con apenas algunos matices de tristeza pero no falto de una expresión de gran respeto por las mujeres y varones de su pueblo, y de confianza en ellos. Sí, también gesto de profunda preocupación. En sus reflexiones se expresan tanto esas preocupaciones como confianzas.

Otra es la foto que ilustra esta nota de apertura del año 2015, luego de una prolongada ausencia en el blog (que pronto explicaremos). No es la de un Fidel reflexivo sino otra. La de la alegría de una hermosa heroína cubana embarazada y felicísima sonriéndole a su marido y héroe liberado, uno de “los cinco”: Adriana Pérez y Gerardo Hernández, ya en La Habana, juntos.

Elegimos la foto porque cuando la descubrimos nos emocionó hasta casi las lágrimas. Es la vida que florece en Adriana y Gerardo, dos cubanos, dos caribeños latinoamericanos, dos ejemplos. A nosotros nos alegraron, Adriana y Gerardo, su foto, en nuestro voluntarioso tránsito a través de la tristeza que no es un mero hecho personal sino social, popular, natural, internacional y humano.

Las relaciones simétricas entre adultos y niños modificados y enajenados por el capitalismo senil

Días pasados nos avisaron de un texto sobre el generalizado aniñamiento de padres simétrico a una aparente “adultización” de sus niños, que se expresa en actitudes filiales de paridad y viceversa, como las de la mamá o del papá cuarentones “lindos”, “amigos” y compinches de sus hijos adolescentes. Hay textos, libros y ponencias sobre la problemática. Una especialista en el tema es la argentina Noemí Allidière, quien viene investigando el fenómeno desde hace bastante más de una década. Estoy leyendo su trabajo “El vínculo adulto-niño: una asimetría en crisis, o ‘zapping a la infancia’”1.

Allidière afirma en la fundamentación teórica:

La tesis principal que se plantea en este trabajo es que la globalización de la economía y los mercados, conjuntamente con la ilusión de hegemonía cultural y social que los medios masivos de comunicación tienden a generar, se reproduce, a nivel psicológico, en una percepción homogeneizada de las etapas evolutivas de la vida humana. Percepción en la que tienden a borrarse las diferencias entre las categorías psíquicas y sociológicas de niñez y adultez.

Más adelante, luego de hacer referencia a autores que hablan de orfandades generalizadas en los adultos con “la muerte” del Estado de bienestar y el anonimato corporativo del poder real, más lo que llaman “la crisis ‘terminal’ en que ha caído el trabajo”, la psicóloga afirma:

Desde la perspectiva de la salud mental la percepción distorsionada de los niños por parte de los padres y adultos en general no es inocua, ya que condiciona modelos de relación con los mismos que, al favorecer la confusión de roles, resulta generadora de psicopatología infantil, siendo la pseudo-madurez (el chico que “parece” grande) y la inmadurez crónica (el grande que permanece emocionalmente chico) sus expresiones sintomáticas más benignas, mientras que las estructuraciones fragmentadas del yo, la psicosis y la psicopatía (los niños actuadores, trasgresores o violentos) sus formas más graves.

No pisar ni comer mierda

Una de mis concretas luchas, tanto cultural como materialmente activas –en un mismo plano que el empeño en cuanto corrector de estilo editorial de que los textos científicos sean inteligibles y movilizadores de conocimiento claro y expresivamente atractivo–, es contra el manejo antisocial de los residuos domiciliarios. Manejo antisocial que tanto involucra a vecinos pobres, trabajadores no calificados, comerciantes acomodados o profesionales universitarios.

Anoche, tarde, en la víspera de un nuevo año, empleando mucha agua y escoba procedía a limpiar la calzada de calle frente a nuestro domicilio donde el mal olor de la materia orgánica en descomposición2 compartía los destellos multicolores de adornos navideños surgiendo de algunas casas, cuando un treintañero vecino maestro de primaria menoscabó mi empeño, sin duda que sin querer herirme, argumentando que en todas partes “pisábamos mierda”.

De lo que se trata es de transformar

El trabajo aludido de Noemí Allidière es interesante, ella habla de las mujeres y varones en la llamada posmodernidad (ahora), huérfanos como los huérfanos de “Estado y de Rey” de inicios del modernismo. Los de ahora, frente a la crisis ‘terminal’ en que ha caído el trabajo”. A nosotros se nos ocurre que todavía en pleno modernismo, sin “pos”, lo que ha pasado es que franjas sociales grandes y extensas han sido adrede infectadas de estupidez, de obsecuencia y de individualismo extremos. No hay orfandades sino filiales relaciones “aparentemente simétricas” con el capitalismo senil… Una suerte, puede decirse en vocabulario cotidiano, de naturalizada “hijaputez”…

Notas:
2 Aclaro: en nuestro distrito y barrio de la Provincia de Buenos Aires hay recolección diaria de residuos, pero al parecer no pocos vecinos evitan por accesos de asco cerrar y anudar bien las bolsas de residuos, y los recolectores, a veces, se convierten en eventuales repartidores cuando se les caen paquetes o compactan la basura en el camión contenedor derramando un jugo espeso y maloliente…

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