La realidad vergonzante, por Osvaldo Bayer
(Nota publicada por el diario Página/12, de Buenos Aires, el sábado 30 de marzo de 2012. http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-216942-2013-03-30.html)
El lunes pasado asistí, aquí en Buenos Aires, a uno de los
actos más plenos de coraje y constructivos de los que he vivido en mi larga
vida. El realizado en la
Comisión Nacional de Valores, en la calle 25 de Mayo, plena
de bancos y de vida financiera y de negocios. Se presentó allí un informe
acerca de “Economía política, sistema financiero y dictadura”. Por primera vez
una investigación a fondo de los delitos económicos cometidos por la última
dictadura militar. Delitos que beneficiaron a militares y a los civiles
colaboracionistas de la dictadura, casi todos ellos, empresarios de gran fuste.
Sí, por primera vez se investiga este aspecto de la última dictadura que, a la
vez que hacía desaparecer a seres humanos, se quedaba, en el caso de
empresarios, con su fortuna, sus propiedades, sus acciones. Como digo siempre:
en mis 86 años he conocido trece dictadores. Todos ellos, después de finalizar
su poderío murieron pacíficamente en sus domicilios, gozando de sus sueldos de
generales y almirantes y, por supuesto, de sus títulos militares. Esta es la
primera vez que los dictadores y sus secuaces están en cárceles comunes y se
investigan los delitos económicos cometidos durante sus mandatos. La única
vergüenza para la Etica ha sido que Martínez de Hoz, el secuaz más penetrante
de ese período de violencia e injusticia, murió en su edificio, el más lujoso
de Buenos Aires, el Cavanagh. Y aquí la pregunta es: por qué si las cárceles
argentinas todas tienen instalaciones médicas no se lo envió a una de esas
enfermerías carcelarias. No, Martínez de Hoz murió en su cama y en su edificio
de aristócrata.
Pero vayamos al informe de la Comisión de Valores. Ese
informe fue elaborado por tres profundos investigadores: Celeste Perosini,
Walter Bosisio y Bruno Napoli. En la edición del domingo pasado de Página/12,
Alejandra Dandán hace un profundo análisis de este informe. Y con esta nota
quisiéramos ahondar en dar datos sobre el doloroso y patético proceso que
debieron sufrir los empresarios Alejandro y Carlos Iaccarino, dos hombres que
trataban de establecer un sistema menos explotador y más coherente, en cuanto a
la distribución de bienes en torno de sus obreros y el cuidado de la naturaleza. Dos
aspectos muy mal vistos por los empresarios clásicos y por la línea económica
llevada a cabo por Martínez de Hoz y apoyada por las tres armas de la Nación.
Es increíble: todo está demostrado en actas oficiales y de
los juzgados. Nada se puede desmentir. Los hermanos Iaccarino poseían una
empresa lechera en Santiago del Estero. Su forma de administración era bien
distinta a las demás empresas que dominaban el mercado. Eliminaban las intermediaciones,
trataban directamente con los productores, a los cuales se les pagaba más, y
con los obreros se mantenía un diálogo perfecto conformándose los empresarios
con ganancias más bien modestas pero que les llenaban de orgullo frente a las
fortunas de la
competencia. Por supuesto, esto no fue soportado por los
poderosos que tenían contactos con el jefe supremo de la Economía, Martínez de
Hoz.
Los tres hermanos fueron detenidos el 4 de noviembre de
1976, acusados de conspirar contra los bienes de la Nación. Comenzó el
martirio. Los hermanos Alejandro, Carlos y Rodolfo Iaccarino estuvieron en
nueve centros clandestinos de detención y en catorce centros de detención
oficiales. Sufrieron torturas de toda clase. Alejandro nos relata lo que es
soportar la picana eléctrica en todos sus matices y el estar “colgados”
mientras se les practicaban esas torturas. Lo que perseguían los torturadores
era que renunciaran a sus propiedades y se alejaran para siempre de las zonas
en las que desarrollaban sus tareas. Hasta que todo culminó con lo que
perseguían sus enemigos económicos: la renuncia a sus empresas y propiedades.
Parece increíble. Pero todo se hizo legalmente: vino la escribana a la cárcel y
también quienes exigían quedarse con todo. Ahí se levantó el acta, de la cual
tienen una copia dada por la escribana oficial. Dice el acta: Escritura Número
210, en la ciudad de Avellaneda, a once de noviembre de 1977, ante mí, Lía M.
Cuartas de Caamaño, escribana titular del registro No. Uno de este partido y a
solicitud de los requirientes me constituyo en la Brigada de Investigaciones de
Lanús, con asiento en Avellaneda... etc. Y allí les dan el poder a dos personas
que podrán vender al precio que ellos indiquen las propiedades de sus
posesiones en Santiago del Estero. Tal cual, con nombres y apellidos. La
pregunta es: ¿cómo una escribana pudo soportar que a dos presos del Poder
Ejecutivo se les obligue a firmar en ese centro de detención conocido como El
infierno? Esa señora escribana sigue ejerciendo su profesión ahora, como si
nada hubiese pasado. Sí, esa acta fue firmada con la condición de salvar sus
vidas y terminar con los tormentos. Cuando salieron de la cárcel habían perdido
todas sus pertenencias.
Hay un detalle todavía más increíble: dos de los empresarios
enemigos de los hermanos Iaccarino, Bruno Chezzi, presidente de las empresas
Equino Química y de la compañía de Tierras y Hoteles de Alta Gracia, y otro
empresario, Vicente García, quienes eran los que habían movido a Martínez de
Hoz en contra de los hermanos, acompañaron a la escribana en esa oportunidad,
para ayudar a convencer a las víctimas de firmar porque si no sus vidas
peligraban definitivamente. O entregaban todos los bienes o terminaban en el
Río de la Plata tirados desde aviones de la Marina. Como era
costumbre.
Esto ocurrió en la Argentina. La misma que tiene un papa, una reina
con corona y un rey de la
redonda. Y los peores crímenes de la humanidad. De una
crueldad inaudita. Permitidos y ordenados desde el poder. Nuestros militares,
nuestra policía pero también nuestros empresarios, es decir, también nuestros
civiles, los políticos que aceptaron sonrientes ministerios y otros cargos y
que hoy viven y pasan su vejez muy tranquilos en sus countries. Y obispos que
daban la comunión en la Catedral a los desaparecedores. Un período donde reinó
la malicia y lo peor del ser humano: la crueldad extrema. Los hermanos
Iaccarino colgados y sometidos a la picana eléctrica para que dejen sus
propiedades a los del poder. Un tiempo que nuestros nietos no comprenderán
jamás.
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