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jueves, 27 de septiembre de 2018

CARTA PÚBLICA A MAURICIO MACRI (Documento Nacional de Identidad argentino 13.120.469)



En la fotografía el destinatario de la misiva días pasados en Washington al recibir la distinción de "Ciudadano Global 2018" de manos de Adrienne Arsht, millonaria dice que dedicada a la filantropía y miembro del Atlantic Council, un influyente think thank creado durante la Guerra Fría y dedicado al lobby energético y armamentista. (Ilustración y datos diario Tiempo Argentino |Buenos Aires, Cooperativa de Trabajo “Por más Tiempo” www.tiempoar.com.ar.)





Usted nació en 1958, en Tandil, mientras que entonces, con dieciséis años cumplidos, yo cursaba el cuarto año de una Escuela Industrial de la Nación y participaba activamente de FEMES, la Federación Metropolitana de Estudiantes Secundarios, en defensa de la Educación y las Universidades Públicas. Para llegar a las ocho menos cuarto de la mañana a la Escuela sita en el barrio de Barracas de la entonces “capital federal”, horario de izamiento de la bandera e inicio de clases, ascendía al tren suburbano del Estado que pasaba por la estación del pueblo en que vivía con mi familia a la hora cinco y cuarenta minutos, viajando con numerosos obreros textiles y de las industrias metalmecánica y cerámica, y un reducido grupo de muchachas y muchachos estudiantes secundarios. Me iluminaba en mi casa para dibujar las prácticas de dibujo técnico con lámparas de querosén a mecha, porque la energía eléctrica todavía demoraría un año más en quedar habilitada. Mi vida fue muy distinta a la suya, me desempeñé como técnico sin abandonar mi formación humanista, y si curiosea en mis antecedentes verá que en los últimos años antes de mi jubilación fui editor de estilo en numerosas obras de destacados autores de las Ciencias Sociales.



Fue, su nacimiento y mi adolescencia, cuando el abuelo de uno de sus ministros cortesanos, quien llevaba el mismo nombre de pila, Rogelio Frigerio, a fines de aquel año debió renunciar al cargo de Secretario de Relaciones Socio-Económicas del Gobierno que presidía Arturo Frondizi por presiones de los grupos concentrados que ora aplauden y ora desprecian porque, entre otras razones o proposiciones, para aquel caso desconfiaban de endebles antecedentes políticos tanto de él como de su amigo Arturo. Aquel abuelo de quien, el nuevo Rogelio, luego ensayó el neoliberalismo en el gabinete de Carlos Saúl Menen antes de formar tropa con usted, Macri, desde 2013, primero como presidente del Banco –oficial– de la Ciudad de Buenos Aires y desde 2015 como miembro destacado de su corte en tanto responsable de los asuntos interiores, ambos –abuelo y nieto–, afirmaron ser económica y políticamente “desarrollistas”, una definición sin duda sumamente difusa, tan calva como pelada aun siendo tan disímiles ambas condiciones. Esos grupos del capitalismo concentrado, especialmente identificables como operadores de especulaciones financieras y empobrecedores de pueblos –parientes del alma de usted, Macri–, que ora aplauden y ora desprecian, lo empujarán más pronto que tarde a caer y hundirse en el lodo de la historia, quedando sólo a nuestra vista sus ojos claros, celestes, entonces irremediablemente opacados, abiertos y enrojecidos. Nosotros no queremos ni aplaudiríamos tanta crueldad ejercida sobre un hombre igualmente cruel, como es usted.



El abuelo Rogelio refirió en textos de carácter memorioso sus juveniles correrías comunistas, usted, Macri, como su Rogelio, podrían referir las suyas, indudable y “responsablemente” peronistas. Algunos, en Washington, probablemente en recientes días pasados y referidas a tan majestuosos “presidente” y “ministro” como en su momento fue Leopoldo Fortunato Galtieri, podrían repetir aquellas palabras que se adjudican a un encumbrado personaje del gobierno estadounidense de Roosevelt y que entonces aludían al dictador nicaragüense Anastasio Somoza: “Probablemente sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”.



Macri, esta Carta, en la que lo trato rigurosamente de usted para poner una imprescindible distancia entre su vocinglero desparpajo de ocasión y nuestras tan populares como profundas reflexiones éticas, tiene una principal motivación: decirle al mundo diciéndole a usted que, a usted, se le ha acabado el tiempo de las mentiras, de la transferencia de riqueza social al latrocinio del capital, y de las improvisaciones dilatorias como esa de invitarnos a querer a su tía Lagarde que tanto nos desprecia a jóvenes mujeres y varones los más, y entre ellos también a nosotros, “adultos mayores”, quienes materializamos la solidaridad de clase trabajadora que sostuvo al sistema jubilatorio argentino que la Christine franchuta dice que nosotros ponemos en crisis.



Tiene como objeto también, la Carta, diciendo lo que decimos, decir que somos muchos los “no cómplices”, los no “olvidadizos” y hasta los no “estúpidos” que ahora dicen lo volverían a votar, aunque no puedan pagar la factura de la electricidad. Junto con manifestarle nuestro más visceral y profundo como también racional desprecio, explicar que lo nuestro y esencial, esto de la empecinada lucha contra la exacción y explotación popular y de los trabajadores, es muy distinta de las picardías de la partidocracia burocrática que es de rutina ver instalada en los aparatos del Estado procurando vida eterna, y que no es amiga nuestra sino de ustedes, los gerentes patronales y corruptores de la vida social que enfáticamente se creen miembros de la mutante especie CEO, como lamentablemente también una suma destacada de pobladores asalariados, profesionales y trabajadores autónomos de capas medias que ilusoriamente se creen lo imposible sociológica y económicamente: pertenecer a una “clase media” intercalada para la felicidad de todos entre explotadores y explotados.



Inclusive usted, Macri, correteando por los pasillos y céspedes del Newman, de barrios como Los Nogales o Hurlingham, o también por los extensos campos en Tandil de abuelos y tíos, se creyó de sí mismo esa pertenencia con el aditamento de “alta” o “más o menos alta”. La erró, la suya fue y será del tipo cocoliche, rémora del viejo “borde” urbano, de juntura híbrida entre inmigrantes aventureros y aburridas y aburridos jóvenes de pampa y vacas (no la de prolífica unión de empedernidos trabajadores de tradición internacionalista, como la nuestra). La suya, Macri, está llamada al fracaso cultural, ético y moral, al del repudio social, al de una media lengua para todo, al de la traición y el abandono, la soledad y, finalmente, una profundísima pobreza: la pobreza enmascarada, creída disfrazada, pero desnuda.



Su virreinato acaba, se termina. Usted quizá pretenda huir, escapar, argumentando váyase a saber qué. Quizá lo haga con la ayuda de ujieres por ahora fieles, de “corruptos coimeros y no menos corruptos condenadores de aquellos coimeros”, pero no llegará lejos… Iremos a buscarlo: usted devolverá todo, absolutamente todo lo que nos fue quitado, y sólo así nosotros lo protegeremos no importará cuantos años y decenios de esos buitres y carroñeros que dijeron acompañarlo…



Así será.



Gervasio Espinosa

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