En el contexto actual, luego de la cumbre de presidentes en
Panamá, mientras se anuncia para mañana, 17 de abril, en Quito, Ecuador –donde
funcionará– la inauguración de la Escuela Suramericana de Defensa (Esude) dependiente
del Consejo Suramericano de Defensa de la UNASUR (Unión de Naciones
Suramericanas), el tropiezo en los diálogos en Cuba entre el Gobierno
colombiano y las FARC como consecuencia de un ataque en el Departamento del
Cauca, Colombia, en el que murieron miembros del Ejército, no puede menos que
resultar sospechoso.
Se percibe, en otros órdenes, una clara coordinación de
hechos que incluyen tendenciosos comentarios editoriales, como el que se expone
en nuestra nota precedente,1 intentos de destitución en Brasil y en
Argentina (campañas contra Dilma Rousseff desde antes de las recientes
elecciones, y que continúan, o la montada en Argentina sobre la presumida
honestidad ciudadana lindante con el heroísmo de un fiscal de negocios muy poco
claros), la militarización del Atlántico Sur por parte de un aliado de EE. UU.
y la soberbia imperial de la que hacen alarde voceros del poder real
norteamericano.
¿Es pertinente sospechar de posibles provocaciones y lazos
ocultos en la políticamente entramada selva y realidad social colombiana? Sí,
es pertinente, y más todavía cuando el propio presidente Juan Manuel Santos, a
la vez que ordena “continuar con los bombardeos”, reclama profundizar los
diálogos que se llevan adelante en Cuba con la presencia de los moderadores de
este país y de Noruega.
El investigador y analista Agustín Lewit2, en un
artículo publicado hoy por el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica
(CELAG), dice que «la región del Cauca –una de las zonas más calientes del
territorio colombiano– [es] donde
numerosas columnas de las Farc y del Ejército de Liberación Nacional (ELN)
conviven junto con importantes y combativas organizaciones indígenas y
campesinas, además de varias células militares norteamericanas».
Podría ser el papel de esas “células norteamericanas” –bien
vale ahora preguntarse y preguntarnos– además del espionaje y relevamiento de
información, diseñar, proponer y ejecutar acciones de provocación para
perturbar las relaciones políticas, el progreso social autónomo y la defensa de
la paz en el Caribe y Suramérica. Tentativas o seguras respuestas pueden rondar
o estar presentes en las esferas gubernamentales de nuestros países, pero mucho
más importante es que esto se discuta entre nosotros, los pueblos.
Notas:
1 Ver “The Country,
¿un diario suramericano?”
2 Véase http://www.celag.org/colombia-los-turbulentos-caminos-hacia-la-paz-por-agustin-lewit/
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