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jueves, 30 de junio de 2016

En Argentina es “ley” el desmantelamiento de la seguridad social



En el sitio de internet del denominado “Honorable Senado de la República Argentina” (http://www.senado.gov.ar/senadores/listados/listaSenadoRes) encontrarán los lectores los rostros, correos electrónicos y teléfonos de quienes figuran en la nómina clasificada más abajo: muy pocos parlamentarios dignos, solamente once contra cincuenta y seis que no tuvieron respeto por sí mismos y menos por la dignidad popular al haber aprobado una ley que hará como que blanquea sólo parte de las millonarias acreencias de quienes las ocultaron esperando al virrey mesías, y pone en potencial riesgo el sistema de seguridad social argentino. Los miembros de la lista más numerosa creen que todos somos de su misma condición, pero no es así: en oportunidad próxima veremos la diferencia entre res-pública y cosa privada.



Lo que ha pasado es grave. Lo posibilitó una mayoría poblacional inexistente como categoría sociológica o política pero que se cree “educada” y expresa así su ilusión de “movilidad social y progreso”; en la cruda realidad un grupo ética y moralmente degradado al que en el vocabulario del establishment ideológico al servicio de la clase  dominante se denomina “clase media”.



Incluso perteneciendo a distintas clasificaciones y calificaciones profesionales, los trabajadores conscientes de nuestro papel en la sociedad sabemos que no son las diferentes capacidades de compra ni los saberes adquiridos las peculiaridades que convierten a las personas de una familia o grupo social en “clase” distinta. La clase antagónica de nosotros los trabajadores es la que concentra y “gestiona” la propiedad de los medios de producción, del mercadeo y de la formación de opinión pública, la que mediando los bajos salarios y la constitución de oligopolios se apropia de una parte sustancial del valor que el trabajo agrega a las mercancías. Los meros “dueños” de un taller o fábrica pequeños, los chacareros o los trabajadores cuentapropistas, los profesionales, docentes, académicos e investigadores científicos también pertenecen a la clase trabajadora aunque muchísimas veces no sean conscientes de que es así.



Este momento de aprobación de la llamada “ley ómnibus” es un punto de inflexión en la declinación de los derechos populares históricamente conculcados por la oligarquía agraria, industrial y financiera y sus tecnólogos, a la que en la nueva etapa mundial y latinoamericana se han superpuesto los súper gerentes reconvertidos en sabios orgánicos del gran capital que cooptan el aparato cultural de masas y a políticos profesionales mercenarios.



Como espejo de esa declinación más temprano que tarde se impondrá otra curva, pero ascendente, de desarrollo de la lucha popular. Es lo que en el final de su artículo “El lumpencapitalismo” plantea Jorge Beinstein.1



No puede obviarse pensar en un escenario distinto al ocurrido en el Senado argentino en la noche del pasado miércoles. Si veinticinco parlamentarios votados en las listas del Frente por la Victoria no hubieran traicionado el voto que los ungió y adherido a la propuesta del oficialismo macrista, sumándose como correspondía a los once senadores “éticos” que más abajo se identifican, y además se hubiera hecho presente el “ausente” gran cineasta de Sur (1988)2, habrían sumado treinta y siete votos en contra frente a treinta y uno a favor del proyecto oficial. Ello habría significado una declinación opuesta y favorable al campo popular, de la grave falla tienen que hacerse cargo no pocos dirigentes de dedos en ve.



Al final se reproduce como apéndice, para evitar dirigir a los lectores al sitio del diario Página/12 donde hoy 30 de junio se publicó originalmente, el preciso artículo “El destino oculto del ómnibus fantasma”, del periodista Raúl Dellatorre.3



Once senadoras y senadores honorables, conscientes y respetuosos de los derechos populares votaron en contra… Nueve mujeres y dos varones:

Almirón, Ana Claudia (Corrientes, FpV); Crexell, Carmen Lucía (Neuquén, MPN); Fernández Sagasti, Anabel (Mendoza, FpV); Fuentes, Marcelo Jorge (Neuquén, FpV); García, Virginia María (Santa Cruz, FpV); Giménez, Sandra Daniela (Misiones, FRC); Godoy, Ruperto Eduardo (San Juan, FpV); González, Nancy Susana (Chubut, FpV); Labado, María Esther (Santa Cruz, FpV); Pilatti Vergara, María Inés (Chaco, FpV); y Sacnun, María de los Ángeles (Santa Fe, FpV).



Cincuenta y seis mercenarias y mercenarios votaron a favor… De ellos veinticinco traidores del voto y los derechos populares:

Abad Medina, Juan Manuel (Prov. Buenos Aires, FpV); Aguilar, Eduardo Alberto (Chaco, FpV); Aguirre, Hilda Clelia (La Rioja, FPR); Alperovich, José Jorge (Tucumán, FpV); Barrionuevo, Walter Basilio (Jujuy, FpV); Basualdo, Roberto Gustavo (San Juan, CP); Blas, Inés Imelda (Catamarca, FpV); Boyadjian, Miriam Ruth (Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, MPF); Braillard Proccard, Néstor Pedro (Corrientes, EC); Cabral, Salvador (Misiones, FRC); Caserio, Carlos Alberto (Córdoba, AUC); Castillo, Oscar Aníbal (Catamarca, FCS); Catalán Magni, Julio César (Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, FpV); Cobos, Julio César Cleto (Mendoza, AC); De Angeli, Alfredo Luis (Entre Ríos, AUER); De la Rosa, María Graciela (Formosa, FpV); Durango, Norma Haydee (La Pampa, FpV-PP); Elías de Pérez, Silvia Beatriz (Tucumán, AC); Espínola, Carlos Mauricio (Corrientes, FpV); Fellner, Liliana Beatriz (Jujuy, FpV); Fiore Viñuales, María Cristina del Valle (Salta, FpV); Giacoppo, Silvia del Rosario (Jujuy, UCR); Guastavino, Pedro Guillermo Ángel (Entre Ríos, FpV); Irrazábal, Juan Manuel (Misiones, FpV); Itúrrez de Cappellini, Ada Rosa del Valle (Santiago el Estero, FCS); Kunath, Sigrid Elisabeth (Entre Ríos, FpV); Linares, Jaime (Prov. Buenos Aires, FAP); Lovera, Daniel Aníbal (La Pampa, FpV-PP); Luenzo, Alfredo Héctor (Chubut, ChST); Luna, Mirtha María Teresita (La Rioja, FpVR); Marino, Juan Carlos (La Pampa, AC); Martínez, Alfredo Anselmo (Santa Cruz, UCR);  Martínez, Ernesto Félix (Córdoba, AC); Mayans, José Miguel Ángel (Formosa, FpV); Mera, Dalmacio Enrique (Catamarca, FpV); Mirkin, Beatriz Graciela (Tucumán, FpV); Montenegro, Gerardo Antenor (Santiago del Estero, FP); Negre de Alonso, Liliana Teresita (San Luis, ACF); Odarda, María Magdalena (Río Negro, AFP); Ojeda, José Anatolio (Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, FpV); Pais, Juan Mario (Chubut, FpV); Pereyra, Guillermo Juan (Neuquén, MPN); Perotti, Omar Ángel (Santa Fe, FpV); Pérsico, Daniel Raúl (San Luis, FpV); Petkoff Naidenoff, Luis Carlos (Formosa, UCR); Picheto, Miguel Ángel (Río Negro, FpV); Pinedo, Federico (Ciudad Buenos Aires, AC); Reutemann, Carlos Alberto (Santa Fe, AC); Riofrío, Marina Raquel (San Juan, FpV); Rodríguez Machado, Laura Elena (Córdona, AC); Rodríguez Saa, Adolfo (San Luis, CF); Rozas, Ángel (Chaco, UCh); Urtubey, Rodolfo Julio (Salta, FpV); Varela, María (Ciudad Buenos Aires, AC); Verasay, Pamela Fernanda (Mendoza, AC); Zamora, Gerardo (Santiago del Estero, FCS).



Cinco no supieron ni contestaron (ausentes en la votación, quizá enfermos…):

García Larraburu, Silvina Marcela (Río Negro, FpV); Leguizamón, María Laura (Prov. Buenos Aires; FpV); Menem, Carlos Saúl (La Rioja, FPR); Romero, Juan Carlos (Salta, FPS); y Solanas, Fernando Ezequiel (Ciudad de Buenos Aires, AU), no sabemos si es que se ausentó o que se abstuvo a la hora de votar. Fue en su momento un muy buen cineasta, una pena…


"El destino oculto del ómnibus fantasma",
por Raúl Dellatorre:
 
El gobierno de Cambiemos logró imponer un paquete de reformas impositivas y previsionales a través de un sólo instrumento, una ley ómnibus que logró el apoyo de dos bloques opositores con un mínimo sacrificio sobre el objetivo de máxima, el proyecto original. Los beneficios serán mucho más restringidos de lo que se promete, y los costos ocultos demasiado importantes. Sobran argumentos para sostener que la llamada “ley de reparación histórica previsional” puede herir de muerte al sistema de seguridad social.



A través de un solo proyecto, el poder ejecutivo logró hacer pasar por el Congreso un blanqueo de capitales, un régimen de regularización de deudas tributarias, la eliminación gravámenes a los activos de las personas de mayor patrimonio (Bienes Personales) y de las empresas que los poseen pero no los aplican a la actividad productiva (Ganancia Mínima Presunta), la privatización encubierta de participaciones accionarias en poder de Anses y la legitimación de los acuerdos firmados con los gobernadores para la restitución paulatina del 15 por ciento de la coparticipación que se le asignaba a Anses. Todo ello, bajo el paraguas de una reforma previsional que, con el argumento de pagar “una deuda histórica”, reformulará el cálculo de haberes y cancelación de juicios en beneficio de una minoría y poniendo en riesgo la sustentabilidad del sistema.



La mayoría de esas reformas no habrían logrado aprobación en el Congreso si llegaban por separado. La eliminación de impuestos sobre los activos es retrógrada. El blanqueo de capitales favorecerá a quienes fugaron u ocultaron sus activos líquidos, sin ni siquiera obligar a repatriarlos. A la luz de los nombres involucrados en los Panama Papers, hay quien la califica como “autoamnnistía”.



Lo más preocupante, sin embargo, es lo que hay oculto detrás de la reforma previsional. El sistema de cancelación de juicios promete el pago del 50 por ciento de la deuda a los beneficiarios con sentencia firme o en trámite (a éstos, con quita) al contado, que representará un desembolso de unos cien mil millones de pesos este año, según especialistas en economía fiscal. Los ajustes de haberes a quienes le asiste el derecho pero no hicieron demanda insumiría otros 85 mil millones anuales, según estimación del gobierno.



El dinero saldría de los rendimientos anuales del Fondo de Garantía de Sustentabilidad y del blanqueo, lo que a todas luces no alcanza. Eso deja abierto dos caminos: el endeudamiento o la liquidación de activos del FGS. El Gobierno echará mano a ambos, debilitando el sistema. Y aún queda otro paso: la ley votada preserva la existencia de “un régimen público y de reparto”, pero no le da carácter único y exclusivo. El régimen mixto, con la opción por un sistema de capitalización, es el objeto del deseo que tentará a los aportantes más ricos, la “crema” del sistema previsional. Otra forma de vaciarlo a mediano plazo.



Notas:


3 http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/subnotas/303020-78262-2016-06-30.html

lunes, 27 de junio de 2016

“El lumpencapitalismo”, por Jorge Beinstein



El presente artículo de Beinstein (70 años, argentino), economista marxista y docente universitario especializado en prospectiva económica, fue originalmente publicado el pasado domingo 26 de junio por el suplemento Cash del diario de Buenos Aires Página/12 (http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/cash/17-9424-2016-06-27.html).  Ya hemos incluido en este blog otros artículos del autor porque sus trabajos son referencia imprescindible para el análisis y la comprensión de la problemática histórica, social y política latinoamericana. Su sitio en internet es: http://beinstein.lahaine.org/ G.E.




 
La coyuntura global está marcada por una crisis deflacionaria motorizada por las grandes potencias. La caída de los precios de las commodities descubre el desinfle de la demanda internacional mientras tanto se estanca la ola financiera, muleta estratégica del sistema durante las últimas cuatro décadas. La crisis de la llamada financierización de la economía mundial va ingresando de manera zigzagueante en una zona de depresión, las principales economías capitalistas tradicionales crecen poco o nada y China se desacelera rápidamente. No presenciamos la “recomposición” política-económica-militar del sistema como lo fue la reconversión keynesiana (militarizada) de los años 1940 y 1950 sino su degradación general.



El progresismo



Inmersa en este mundo se despliega la coyuntura latinoamericana donde convergen dos hechos notables: la declinación de las experiencias progresistas y la prolongada degradación del neoliberalismo que las precedió y las acompañó desde países que no entraron en esa corriente de la que ahora ese neoliberalismo degradado aparece como el sucesor.



Los progresismos latinoamericanos se instalaron sobre la base de los desgastes y en ciertos casos de las crisis de los regímenes neoliberales y cuando llegaron al gobierno los buenos precios internacionales de las materias primas sumados a políticas de expansión de los mercados internos les permitieron recomponer la gobernabilidad.



El ascenso progresista se apoyó en dos impotencias; la de la derechas que no podían asegurar la gobernabilidad, colapsadas en algunos casos (Bolivia en 2005, Argentina en 2001-2002, Ecuador en 2006, Venezuela en 1998) o sumamente deterioradas en otros (Brasil, Uruguay, Paraguay) y la impotencia de las bases populares que derrocaron gobiernos, desgastaron regímenes pero que incluso en los procesos más radicalizados no pudieron imponer revoluciones, transformaciones que fueran más allá de la reproducción de las estructuras de dominación existentes.



En Brasil el zigzagueo entre un neoliberalismo “social” y un keynesianismo light casi irreconocible fue reduciendo el espacio de poder de un progresismo que desbordaba fanfarronería “realista” (incluida su astuta aceptación de la hegemonía de los grupos económicos dominantes). La dependencia de las exportaciones de commodities y el sometimiento a un sistema financiero local transnacionalizado terminaron por bloquear la expansión económica. Finalmente, la combinación de la caída de los precios internacionales de las materias primas y la exacerbación del pillaje financiero precipitaron una recesión que fue generando una crisis política sobre la que empezaron a cabalgar los promotores de un “golpe blando” ejecutado por la derecha local y monitoreado por los Estados Unidos.



En Argentina el “golpe blando” se produjo protegido por una máscara electoral forjada por una manipulación mediática desmesurada. El progresismo kirchnerista en su última etapa había conseguido evitar la recesión aunque con un crecimiento económico anémico sostenido por un fomento del mercado interno respetuoso del poder económico.



Restauraciones



Por lo general el progresismo califica a sus derrotas o amenazas de derrotas como victorias o peligros de regreso del pasado neoliberal. También suele utilizarse el término “restauración conservadora”, pero ocurre que esos fenómenos son sumamente innovadores, tienen muy poco de “conservadores”. Cuando evaluamos a personajes como Aecio Neves, Mauricio Macri o Henrique Capriles no encontramos a jefes autoritarios de elites oligárquicas estables sino a personajes completamente inescrupulosos, sumamente ignorantes de las tradiciones burguesas de sus países, incluso en ciertos casos con miradas despreciativas hacia las mismas.



Otro aspecto importante de la coyuntura es la irrupción de movilizaciones ultra-reaccionarias de gran dimensión donde las clases medias ocupan un lugar central. Los gobiernos progresistas suponían que la bonanza económica facilitaría la captura política de esos sectores sociales pero ocurrió lo contrario: las capas medias se derechizaban mientras ascendían económicamente, miraban con desprecio a los de abajo y asumían como propios los delirios neofascistas de los de arriba. El fenómeno sincroniza con tendencias neofascistas ascendentes en Occidente, desde Ucrania hasta los Estados Unidos pasando por Alemania, Francia, Hungría. Es una expresión cultural del neoliberalismo decadente, pesimista, de un capitalismo nihilista ingresando en su etapa de reproducción ampliada negativa donde el apartheid aparece como la tabla de salvación.



Pero este neofascismo latinoamericano incluye también la reaparición de viejas raíces racistas y segregacionistas que habían quedado tapadas por las crisis de gobernabilidad de los gobiernos neoliberales, la irrupción de protestas populares y las primaveras progresistas. Sobrevivieron a la tempestad y en varios casos resurgieron incluso antes del comienzo de la declinación del progresismo como en Argentina el egoísmo social de la época de Menem o el gorilismo racista anterior.



Una observación importante es que el fenómeno asume características de tipo “contrarrevolucionario”, apuntando hacia una política de tierra arrasada, de extirpación del enemigo progresista. Es lo que se ve actualmente en Argentina o lo que promete la derecha en Venezuela o Brasil. La blandura del contrincante, sus miedos y vacilaciones excitan la ferocidad reaccionaria. Refiriéndose a la victoria del fascismo en Italia Ignazio Silone la definía como una contrarrevolución que había operado de manera preventiva contra una amenaza revolucionaria inexistente. Esa no existencia real de amenaza o de proceso revolucionario en marcha, de avalancha popular contra estructuras decisivas del sistema desmoronándose o quebradas, envalentona (otorga sensación de impunidad) a las elites y su base social.



Si el progresismo fue la superación fracasada del fracaso neoliberal, este neofascismo subdesarrollado exacerba ambos fracasos inaugurando una era de duración incierta de contracción económica y desintegración social. Basta ver lo ocurrido en Argentina con la llegada de Macri a la presidencia: en unas pocas semanas el país pasó de un crecimiento débil a una recesión que se va agravando rápidamente producto de un gigantesco pillaje. No es difícil imaginar lo que puede ocurrir en Brasil o en Venezuela que ya están en recesión si la derecha conquista el poder político.



La caída de los precios de las commodities y su creciente volatilidad, que la prolongación de la crisis global seguramente agravará, han sido causas importantes del fracaso progresista y aparecen como bloqueos irreversibles de los proyectos de reconversión elitista-exportadora medianamente estables. Las victorias derechistas tienden a instaurar economías funcionando a baja intensidad, con mercados internos contraídos e inestables. Eso significa que la supervivencia de esos sistemas de poder dependerá de factores que los gobiernos pretenderán controlar. En primer término el descontento de la mayor parte de la población aplicando dosis variables de represión, embrutecimiento mediático, corrupción de dirigentes y degradación moral de las clases bajas. Se trata de instrumentos que la propia crisis y la combatividad popular pueden inutilizar. En ese caso el fantasma de la revuelta social puede convertirse en amenaza real.



EE. UU.



Los Estados Unidos desarrollan una estrategia de reconquista de América Latina aplicándola de manera sistemática y flexible. El golpe blando en Honduras fue el puntapié inicial al que le siguió el golpe en Paraguay y un conjunto de acciones desestabilizadoras, algunas muy agresivas, de variado éxito que fueron avanzando al ritmo de las urgencias imperiales y del desgaste de los gobiernos progresistas. En varios casos las agresiones más o menos abiertas o intensas se combinaron con buenos modales que intentaban vencer sin violencias militar o económica o sumando dosis menores de las mismas con operaciones domesticadoras. Donde no funcionaba eficazmente la agresión empezó a ser practicado el ablande moral, se implementaron paquetes persuasivos de configuración variable combinando penetración, cooptación, presión, premios y otras formas retorcidas de ataque psicológico-político.



El resultado de ese despliegue complejo es una situación paradojal: mientras los Estados Unidos retroceden a nivel global en términos económicos y geopolíticos, van reconquistando paso a paso su patio trasero latinoamericano. La caída de Argentina ha sido para Estados Unidos una victoria de gran importancia trabajada durante mucho tiempo a lo que es necesario agregar tres maniobras decisivas de su juego regional: el sometimiento de Brasil, el fin del gobierno chavista en Venezuela y la rendición negociada de la insurgencia colombiana.



Perspectivas populares



Más allá de la curiosa paradoja de un Estados Unidos decadente reconquistando su retaguardia territorial, desde el punto de vista de la coyuntura global, de la decadencia sistémica del capitalismo, la generalización de gobiernos pro-norteamericanos en América Latina puede ser interpretada superficialmente como una gran victoria geopolítica de los Estados Unidos. Pero si profundizamos el análisis e introducimos por ejemplo el tema del agravamiento de la crisis impulsada por esos gobiernos tenderíamos a interpretar al fenómeno como expresión específica regional de la decadencia del sistema global.



El alejamiento del estorbo progresista puede llegar a generar problemas mayores a la dominación estadounidense, si bien las inclusiones sociales y los cambios económicos realizados por el progresismo fueron insuficientes, embrollados, estuvieron impregnados de limitaciones burguesas y si su autonomía en materia de política internacional tuvo una audacia restringida; lo cierto es que su recorrido ha dejado huellas, experiencias sociales, dignificaciones (suprimidas por la derecha) que serán muy difícil extirpar y que en consecuencia pueden llegar a convertirse en aportes significativos a futuros (y no tan lejanos) desbordes populares radicalizados.



La ilusión progresista de humanización del sistema, de realización de reformas “sensatas” dentro de los marcos institucionales existentes, puede pasar de la decepción inicial a una reflexión social profunda, crítica de la institucionalidad conservadora, de la opresión mediática y de los grupos de negocios parasitarios. En ese caso la molestia progresista podría convertirse tarde o temprano en huracán revolucionario no porque el progresismo como tal evolucione hacia la radicalidad anti-sistema sino porque emergería una cultura popular superadora, desarrollada en la pelea contra regímenes condenados a degradarse cada vez más.






“López y Planes”, por Julio Rudman



El amigo Julio Rudman, mendocino, periodista y poeta, ha publicado en su http://www.julio-rudman.blogspot.com este texto que, además, nos lo ha enviado para que hiciéramos lo mismo aquí. Es decir, publicación en tándem… En el final escribe Julio que, mientras López revolea bolsos infectados, malolientes, Blas dice que «así no hay himno que aguante».

Para el lector de allende distancias terrestres, marítimas o aéreas digamos, en su auxilio, que Julio juega con un apellido común entre paisanos del sur latinoamericano que es también el de un tan extraño como esperable protagonista de noticias recientes, y juega con los nombres y apellidos de los autores de la letra y la música del Himno Argentino compuesto entre los años 1812 y 1813, que se llamaban, respectivamente, Vicente López y Planes, y Blas Parera.

Dato sobre este himno y relacionado con los sucesivos encuadramientos políticos del país en el mundo es que durante el mismo siglo XIX y luego en las primeras décadas del XX la canción patriótica, inicialmente de corte guerrero significativamente independentista, fue sufriendo modificaciones enunciativas y finalmente reducida a solamente una décima parte de su texto y extensión musical original.

Sobre el López que recientemente revoleó bolsos malolientes en una madrugada rural quizá ya estando coordinada la presencia de un testigo, no fuera cosa que nadie se enterara, es recomendable escuchar con atención el registro sonoro de una conversación que con Jesús (el testigo y denunciante inicial) tuviera una muy seria periodista de Buenos Aires, María O’Donnell (Radio Continental, el pasado 17 de junio): http://radiocut.fm/audiocut/relato-dela-testigo-que-llama-al-911/ Si se quiere indagar más sobre los malos olores véase, y no se ha leído la nota, véase en este mismo blog “Ahora López en el monasterio de madrugada. Dangerous Show: Orlando, Paris, Caracas, Brasilia and Buenos Aires”.

Con ustedes, Julio Rudman.
G.E.






Horrible. La situación es horrible. La venganza es feroz. Viene cabalgando en el tríptico que montaron hace tiempo.

Los planes y sus planos, desde el amanecer turbio de cada jornada, pasando por cada timbrazo en el hogar que presagia un nuevo pibe que pide comida o la madre con su bebé en brazos arropado contra el invierno impiadoso. O las facturas de los servicios públicos que parecen confeccionadas por los servicios de inteligencia. O las convocatorias a reuniones en el trabajo para soportar directivas de tiranuelas y tiranuelos ineficaces, semibrutos y soberbios. Las citas de Borges que no son de Borges como una exhibición obscena de presumidos culturales.

Los planes para pagar las pasantías de gestores privados en la gestión estatal mientras dicen asistir a un curso acelerado de despilfarro público y engorde de sus tripas bancarias.

Los planes para callarnos, pero con la consigna cínica de que abren el juego. Y juegan a ser Blancanieves y esclavizan a sus trabajadores enanizándolos.

Los planes para hacer empanadas todos juntos y que se las coman ellos, los farsantes del repulgue.

Los planes de las fechas patrias sin el pueblo de la patria para que no moleste al príncipe de las tinieblas del ombligo de la patria.

Cada plan para dinamitarnos el orgullo "de haber sido" y el dolor de ya no ser.

El plan de pedir perdón a quienes rapiñaron el suelo, el subsuelo y el aire.

Esos planes con que sueñan despiertos, esos que ponen a cuidar las joyas de la abuela a los ladrones de joyas.

Así me hablaba Blas sentado a la pianola mientras el pentagrama le devolvía las estrofas que invitaban a los mortales a oír el grito sagrado.

Dos kilómetros más allá López revoleaba bolsos infectados, malolientes.

Así no hay himno que aguante, me dijo Blas.