Quizá Zitarrosa, cuando en 1972 puso nombre a la canción,
pensó en las dos acepciones de la expresión adagio. La que refiere a un modo
musical de movimiento lento, y la que a una breve sentencia moral.
Eso, quizá, pensó Zitarrosa. En ese año y en 1973 se desató
un drama categórico en las filas del Movimiento de Liberación Nacional
Tupamaros y se produjo la famosa “bordaberrización” del Gobierno uruguayo: la auto-ruptura
de su “constitucionalidad” y la adscripción a los lineamientos del Plan Cóndor
de coordinación represiva proimperialista junto con Augusto Pinochet, Alfredo
Stroessner y Henry Alfred Kissinger (EE. UU.). Dos años antes de esta conjunción
criminal contraria a los intereses de las mayorías populares de Sudamérica, y
que también eclosionaría en Argentina en 1976, socialistas, democristianos y
comunistas uruguayos acompañados por grupos políticos menores y algunas
personalidades –entre ellas dos generales del Ejército, Seregni y Licandro–,
habían fundado la coalición Frente
Amplio.
El Movimiento Tupamaro surgió a mediados de la década de
1960 más como organización militar de autodefensa de masas cuando una nueva
izquierda emergía en la línea de la entonces reciente Revolución Cubana y los
aparatos represivos oficiales y paraoficiales del subcontinente se ensañaba
contra ella. Se había iniciado, con la aparición de esa “nueva izquierda”, un
proceso complejo de actualización ideológica que, así como dio fundamento a los
grupos armados también lo dio a las coaliciones “amplias”, y que recién
cuarenta años después tras más rupturas y fusiones comienza a ser cimiento de
más trascendentes proyectos contemporáneos (recién en 1989, y con el nombre de
Movimiento de Participación Popular –MPP– que incluía a otras agrupaciones que
luego se desprendieron, como el Partido por la Victoria del Pueblo, el MLN-T se
incorpora al Frente Amplio).
La
Revolución Cubana, sin ninguna duda, siguió siendo, lo es
ahora, eje articulador de esa actualización ideológica que necesariamente se
hizo permanente y que como mandato histórico vuelve a incidir, pero en un
escalón superior al de la emancipación política de Europa en el siglo XIX, en todos los pueblos y casi en todos los gobiernos de América latina y el Caribe:
la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños).
El drama desatado entre 1972 y 1973 en las filas del MLN
Tupamaros tuvo, se ha afirmado, un protagonista principal, Héctor Amodio Pérez,
quien, si viviera, contaría con 76 años de edad. Ahora, una presunta carta de
este Pérez proveniente de España (según el matasellos postal), o de Argentina
si se atiende a un domicilio que aparece como remitente, llegó en sendas copias
a por lo menos dos medios periodísticos de Montevideo: La Diaria y El País.
La primera de las publicaciones, con el título de “Sin saber
quién ni por qué. La presunta carta de Amodio Pérez” y la firma de su director
Marcelo Pereira, se limita a informar que efectivamente recibió esa misiva pero
que no pudo constatar su verosimilitud. No fue idéntica la conducta de El País,
diario que si bien indica que no puede dar fe de la autenticidad, es decir, que
el texto sea efectivamente de Pérez, ha difundido algunos conceptos que se dice
son parte de su contenido, cosa repetida luego por El Observador, otro matutino
montevideano. Éste, sin dar más detalles, afirmó que el texto deja mal parado a
Eleuterio Fernández Huidobro, actual ministro de Defensa, cofundador del MLN-T junto
con Julio Marenales, Raúl Sendic y el propio Pérez. Los dos últimos diarios, El País y El
Observador, expresan a la oligarquía terrateniente y financiera y a las capas
medias altas que componen el principal polo opositor al gobierno frenteamplista
que encabeza Mujica, otro de aquellos cofundadores.
Entre 1972 y 1973, como en la consabida secuencia de la
inevitable caída de las fichas de dominó tras un golpe inicial cuando se las
pone de canto, se desarticuló la estructura de dirección y el aparato
organizativo de Tupamaros, hubo torturas, muertes y largas prisiones en las
que, dijo por radio Pepe
Mujica pidiendo disculpas a su par argentina Cristina
Fernández, se adquiere el lenguaje “canero”, de presidio, y que, agregamos
ahora, en no pocos provoca “canas verdes” –preocupaciones, disgustos y
continuos contratiempos– con sus “[en]tuertos”.
Según históricamente se dijo y sentenció (pena de muerte
para el Pérez del caso), Héctor Amodio traicionó al movimiento del que fue
cofundador y parte, dando nombres e indicando domicilios al Ejército a cambio
de algunos buenos pesos y salvoconductos para emigrar él y su pareja. Eso que
se dijo, la traición, ahora se reafirma entre viejos militantes, y en los
mismos ámbitos se niega la posibilidad de que hubiera sido un agente represor
infiltrado. ¿Se negaría entonces y también ahora por soberbia, por consagrada
fe de infalibilidad orgánica? ¿O lo que se quiere ahora, con la aparición de la
mentada carta atribuida a Pérez, es inducir el pensamiento de que la viabilidad
de la sociedad contemporánea no tiene otra teoría valedera que no sea la del
neoliberalismo económico capitalista?
En la edición del miércoles 10 de abril de 2013 El País
publica (http://www.elpais.com.uy/informacion/la-presunta-reaparicion-de-amodio-en-una-carta.html):
Sobre
el porqué de su aparición, explica en el primer párrafo [de su carta Héctor
Amodio Pérez]: “La psicología y la sociología han sido para mí, en los últimos
40 años, no solo dos herramientas que me han valido para ganarme la vida; han
sido también las que me han permitido, al principio desde la distancia y luego,
a partir de 1998 de manera directa, conocer la evolución, estancamiento e
incluso involución del pensamiento de gente que como yo, en aquel Uruguay de
1960, creímos que era posible cambiar el mundo y nos pusimos a ello, cegados
por la luz del faro cubano que hoy, cincuenta y pico de años después, sigue
emitiendo luz, aunque sea mortecina y casi siempre a destellos”. Dice que no
pretende hacer un “análisis del porqué ni del cómo lo hicimos” y que rompió el
silencio porque durante años su padre y sus amigos le pidieron que se
mantuviera “alejado del proceso político” pero ahora su padre ya no vive y una
entrevista a Jorge Zabalza, que se conoció en febrero, lo motivó a escribir.
En
su carta alude a conductas personales de Zabalza, Sendic, María Elía Topolansky
(hermana de Lucía), Fernández Huidobro y José Mujica, aunque también ofrece una versión
histórica diferente sobre la caída de la Cárcel del Pueblo y una interpretación
personal de los mismos hechos que llevaron al MLN a tildarlo de traidor. Dice
haber sido “elegido para cumplir el papel de cabeza de turco” y utilizado por
el MLN para explicar la derrota militar.
Me ha movido a esta lenta reflexión, que espero compartir,
sin apuros –como un adagio, diría Alfredo– la publicación en la misma edición
del 10 de abril de El País de cinco comentarios de lectores referidos a otra
noticia, la que informa sobre el desmesurado operativo policial en oportunidad
de la comparecencia de Jorge Zabalza en la Jefatura de ese cuerpo. Zabalza
concurrió citado para explicar las razones “de pero grullo” del acto de
resistencia en la sede de la
Suprema Corte de Justicia en Montevideo en oposición al
traslado de la
jueza Mariana Mota, que fue intempestivamente alejada de las
causas penales que tramitaba referidas a crímenes de lesa humanidad cometidos
“en mi país”.
Los lectores del diario escribieron:
—“Goyo, cómo te extraño [...]”
—“Debería ir preso este viejo na abo (sic) por alterar el orden
público… a ver si aprende algún día que la convivencia en democracia debe
basarse en el respeto a los demás, a las instituciones y a las normas, te
gusten o no, y que si no te gustan hay mecanismos democráticos para cambiarlas
y que no es entrar a «pechar» así nomás en cualquier lado… viejo pa avo… (sic) le
vendría bien lo guarden un rato…”
—“¡Habría que aprovechar ahora!, que están todos juntitos y
meter un par de granadas de fragmentación!... Vamos recogiendo suave la basura
y contribuimos con la IMM [Intendencia Municipal de Montevideo].”
—“Esta escoria debería haber sido pasto de los gusanos...
hace décadas... ¡DÉCADAS!”
(Aclaración: quien “extraña a Goyo” extraña a Gregorio
Conrado Álvarez Armelino, alias Goyo, nacido en Lavalleja el 26 de noviembre de
1925, de profesión oficial de ejército y represor que usurpó el cargo de
presidente de gobierno de Uruguay entre 1981 y 1985, hoy condenado y preso.)
la pobreza y el rencor.
Dice mi padre que ya llegará
desde el fondo del tiempo otro tiempo
y me dice que el sol brillará
sobre un pueblo que él sueña
labrando su verde solar.
En mi país, qué tristeza,
la pobreza y el rencor.